MITOS
DIOSES DE LA MUERTE
El reino de los muertos o inframundo, conocido comúnmente como Mictlan, era gobernado por el Señor del Inframundo, Mictlantecuhtli, y por la esposa de este, Mictecacihuatl, los Infiernos, el Chignauhmictlan. Pero aparte de estas deidades, existían otros dioses y diosas que poblaban las regiones del Mictlan y que casi
siempre encontramos por parejas. Una de ellas es Ixpuzteque, El que tiene el pie rotoy su esposa Micapetlacalli, Caja de muerto. Por último conocemos el nombre de Tzontemoc, El que cayo de cabeza, y su esposa es Chalmecacihuatl, La sacrificadora .
Mictlantecuhtli y Mictecacihuatl eran la pareja más importante de las regiones del inframundo y habitan la más profunda de ellas, a donde llegan los hombres a descansar, no sin antes entregar a las deidades presentes valiosos.
Mictlantecuhtli aparece con el cuerpo cubierto de huesos humanos y un cráneo a manera de mascara, con los cabellos negros, encrespados y decorados con ojos estelares, puesto que habita en la región de la oscuridad completa. Adornan su cabeza una rosetas de papel de las que salen conos, uno sobre la frente y otro en la nuca. Sus animales asociados son el murciélago, la araña y el búho (tecolotl).
siempre encontramos por parejas. Una de ellas es Ixpuzteque, El que tiene el pie rotoy su esposa Micapetlacalli, Caja de muerto. Por último conocemos el nombre de Tzontemoc, El que cayo de cabeza, y su esposa es Chalmecacihuatl, La sacrificadora .
Mictlantecuhtli aparece con el cuerpo cubierto de huesos humanos y un cráneo a manera de mascara, con los cabellos negros, encrespados y decorados con ojos estelares, puesto que habita en la región de la oscuridad completa. Adornan su cabeza una rosetas de papel de las que salen conos, uno sobre la frente y otro en la nuca. Sus animales asociados son el murciélago, la araña y el búho (tecolotl).
VESTIDOS Y ADORNOS ROJOS PARA EL SARAMPION
La creencia popular (y la certeza científica) de que el sarampión provocaba graves complicaciones en los niños, entre otras la encefalitis y en otros tiempos también la muerte, hacía que los padres luchasen porque el niño presentase un exantema morbiliforme lo más intenso posible ( el sarampión debía de brotar con intensidad, porque de lo contrario “se metía por dentro” y eso significaba mayor gravedad.
Para lograr que la erupción fuese intensa se le ponían vestidos rojos, ropa de cama rojas y hasta las cortinas de la habitación. Tenía su findamento, puesto que la conjuntivitis sarampionosa provocaba una fotofobia importante y evidentes molestias por la luz, con lo que estas prendas rojas atenuaban la intensidad de la luz solar o artificial.
Además para la conjuntivitis era tratada con lavados de manzanilla y se solía pasar alguna planta por lo ojos como el rabogato.
CORTARLES LA BABA A LOS NIÑOS
Mito sobre bebes. Se refiere a no limpiarles la baba, debido a la salivación abundante que presentan los lactantes desde los dos meses de vida y sobre todo en el periodo de erupción dentaria. El "cortarles la baba" podría provocar alteraciones orgánicas en el niño e incluso déficit de crecimiento.
EL MAL DE OJO
Es costumbre extendida y mito, entre la población rural, el considerar que en numerosas ocasiones en que el niño enferma es provocado porque le “han hecho mal de ojo”.
Esto significa que el niño no tiene ninguna enfermedad orgánica, sino que sus problemas (llanto, pérdida de apetito, vomitos, decaimiento, etc), se deben exclusivamente a que alguna persona ha ejercido sobre este pequeño personaje su influencia mágica y maligna, de tal modo que el bebé o chico mayor comienza a alterarse y presentar una sintomatología rara, que en algunas ocasiones y según creencia, puede llegar hasta ocasionarle la muerte
ABELARDO Y ELOISA
Abelardo nació en 1079 en Palais, Alta Bretaña, una aldea próxima a Nantes. Berengario, su padre, era una persona culta e ilustre que supo hacerse cargo de la educación de su hijo y sus hermanos.
Siendo muy joven, Abelardo fue destinado a la carrera militar, que luego abandono por su pasión por el estudio. Cultivó todos los saberes de su tiempo, incluyendo la música y el canto. Y fue por el estudio que renunció tanto a su herencia como a su primogenitura. Abelardo, inteligente y tolerante, fue paradójicamente asceta o sensual, según los vaivenes de su corazón.
A los 20 años, Abelardo se marchó a París, dedicándose a la filosofía. Estableció una escuela en la colina de Santa Genoveva y a la misma atrajo a una gran multitud de alumnos de los que mereció profundo respeto. Años mas tarde, sus obras De trinitate y su Introducción a la teología, despertarían grandes polémicas y serían condenadas por la Iglesia Romana.
Tuvo su primera escuela en Melun y en Corbeil para regresar a los 25 años a París en donde se entregó plenamente al debate filosófico. Abelardo se hizo discípulo de Anselmo para aprender teología. Luego comenzó a debatir con su maestro, al que venció en una discusión pública, quedándose así con todos sus discípulos. La soberbia de Abelardo ase despertó como consecuencia de su constancia en el estudio y su habilidad retórica.
Eloísa, era una bella joven de talento excepcional, sobrina de Fulberto, canónigo de París. Había nacido en 1101 y tenía entonces 17 años. Abelardo, que vivía en casa de Fulberto, sedujo a Eloísa bajo el pretexto de cultivar su formación filosófica: “inflamado de amor, busque ocasión de acercarme a Eloísa y en consecuencia, trace mi plan.”, decía Abelardo en una epístola dirigida a uno de sus amigos.
Cuando Eloísa quedó embarazada, Abelardo decidió raptarla para conducirla a Bretaña. Allí, dio a luz un niño en la casa de la hermana de su amante. Pero cuando Abelardo regresó a París, Fulberto lo esperaba para ejecutar su venganza: sus emisarios mutilarían sin mas al seductor de su sobrina.
Eloísa, sin otra alternativa, tomaría los hábitos en el convento de Argenteuil y Abelardo, ingresaría en el convento de Saint-Denis. Aunque éste, más adelante, abandonaría el claustro para dedicarse nuevamente a la enseñanza y al debate filosófico, aumentando su fama y con ella, la cantidad de seguidores y adversarios.
Abelardo, como consecuencia de sus ideas y discusiones teológicas, fue rechazado por los monjes de Saint-Denis, por lo que se retiró a la diócesis de Troyes donde se comprometió con una vida austera y rigurosa. Allí fundó el oratorio al Paracleto o Espíritu Santo Consolador, del que mas tarde Eloísa fuera abadesa.
Durante el Concilio de Sens, en 1140, San Bernardo venció a Abelardo en una discusión pública. En consecuencia, fue condenado a cárcel perpetua (sentencia que luego fue conmutada por la clausura en un monasterio). Sin embargo, años después, el abad de Cluny, Pedro el Venerable, logró reconciliar a Bernardo y Abelardo.
Abelardo murió en la abadía de San Marcelo, en Chalons-sur-Saone, el 21 de abril de 1142. Tenía por entonces 63 años. En sus últimos años, había abandonado sus ideas heréticas, rechazando el arrianismo y el sabelianismo. Eloísa, reclamó su cuerpo.
Eloísa murió en 1163, pero recién en 1808 los restos de ambos amantes fueron depositados juntos en el Museo de monumentos franceses de París. Finalmente en 1817, ambos fueron depositados en una misma tumba, en el cementerio del Pere Lachaise, de la misma capital. En rigor, los arqueólogos cuestionan la autenticidad de los restos. Pero en el terreno de lo legendario, la ficción y la realidad se tejen en una verdad de fe, que vale simplemente por el romanticismo del relato que los que escuchas desean creer.. Abelardo y Eloísa, aunque abocados al debate filosófico el uno, o la vida monástica la otra, nunca dejaron de amarse apasionadamente, pensando sin más, el uno en el otro. No pudieron morir juntos, pero protagonizaron la terrible desdicha de un amor imposible que si bien no les dio la felicidad de vivir uno cerca del otro, si les dio la de haberse sabido amados.
El mito de Calipso
Calipso pertenecía a las ninfas y era hija de Atlante y Pléyone. Otras versiones la hacen hija de Helio (el Sol) y Perseis. De esta segunda versión es que se deriva la idea de que era hermana de Circe y Eetes.
Su lugar de habitación era la isla Ogigia, que se cree se ubicaba en el Mediterráneo occidental y que por lo general se identifica con la actual península de Ceuta, frente a Gibraltar.
Calipso, llamada por Homero "la que oculta", recibió hospitaliariamente a Odiseo (Ulises) cuando su nave naufragó. En la Odisea, se cuenta como Calipso, enamorada profundamente de Odiseo lo reteiene contra su voluntad en la isla durante mucho tiempomientras él cree que a penas son unos días.
La cantidad de tiempo que Ulises estuvo con ella varía. Algunos apuntan que fue dies años, otros creen que siete y hay quien opina que fue un año.
A cambio de que Odiseo se quedara para siempre con ella, Calipso le ofrecía a cambio la inmortalidad. Sin embargo, Odiseo sentía la necesidad de regresar a su hogar Ítaca y al final se mantuvo inflexible.
Atenea quien protegía a Odiseo, rogó a Zeus para que enviara a Hermes donde Calpiso y le ordenara que dejara ir a Odiseo, a lo cual Zeus cedió. Aunque a ella le dolió dejar partir a su amado, cumplió la orden del dios de dioses.
Le proporcionó al héroe madera para construir una embarcación, provisiones para el viaje, e indicaciones de cuales astros debía seguirpara econtrar el camino a casa.
Existen leyendas posteriores a la Odisea donde se les adjudica a Odiseo y a Calipso un hijo llamado Latino, quien por logeneral se considera más bien hijo de Circe. Otras tradiciones hablan de Nausítoo y Nausínoo como hijos de Calipso y Odiseo. También se cuenta que Ausón fue hijo de la pareja, quien dio origen a Ausonia.
Adicionalmente, existe en la mitología registros de otra Calipso que era una de las hijas de Tetis y Océano.
Cuando Europa murió le fueron concedidos los honores divinos y el toro que había sido la forma en que Zeus había amado a Europa fue convertido en constelación e incluido en los signos del zodíaco.
Por otro lado, se conocen otras heroínas con este nombre. Una es la hija de Ticio que tuvo a Eufemo depués de unirse con Poseidón (dios del mar). Otra es una de las Oceánides, hijas de Tetis y Océano. También, la madre de Níobe, esposa de Foroneo se llamaba Europa. Y por último, la hija del Nilo y una de las esposas de Dánao.
EROS y PSYQUE
Psyque era una hermosa princesa, que pese a su extraordinaria belleza no estaba aun casada mientras que sus dos hermanas ya habían contraído matrimonio y esto preocupaba mucho a sus padres, en cierta ocasión, Psyque se fue a bañar al río, cuando se desnudo y entro en el agua, Eros (Dios griego del amor que a diferencia de su equivalente romano Cupido, no se trata de un pequeño concubin travieso, sino de un joven con alas alto y apuesto) la vio y sin querer se pinchó con una de sus flechas quedando irremediablemente enamorado de ella, no obstante Eros sabe que no puede amar a Psyche debido a su naturaleza de dios así que decide buscar otra forma para poseerla.
Un día los padres de Psyque deciden acudir al Oráculo para consultarle sobre el futuro matrimonial de su hija, Eros se infiltra en la voz del oráculo y dice a los padres que lleven a su hija a una gruta donde esta encontrará al esposo que los dioses han destinado para ella, así lo hacen y Psyque pasa varias horas sola esperando, cuando empieza a dormirse se siente transportada por el aire y al despertar aparece en un palacio de ensueño, allí tiene todo lo que desea y cuando llega la noche Eros la visita, sin embargo debido a la penumbra no puede verle el rostro, la habla y la seduce y a partir de entonces va a visitarla todas las noches, pese a que la ama todas las noches Psyque nunca consigue verle el rostro, y una noche Eros la dice que si desea que su amor permanezca ella no deberá verle nunca el rostro, Psyque que es muy feliz y no desea perderle promete obedecer.
Así pasan mucho tiempo hasta que una noche Psyque nota que su amante esta dormido, la curiosidad la puede y aprovecha el momento para encender una lámpara y acercarla a su rostro, cuando ve que se trata de Eros el dios del amor, le tiembla el brazo y una gota de de cera cae sobre él despertándolo entonces el se despide de ella diciéndola "No debiste hacer eso, ahora que sabes quien soy nuestro amor no puede ser y por tanto no puedo amarte"
Existen numerosas versiones de este conocido mito, sin embargo, en mi opinión todas poseen el mismo significado y es que el amor autentico necesita de cierto grado de confianza y de misterio sobre la persona amada.
Un día los padres de Psyque deciden acudir al Oráculo para consultarle sobre el futuro matrimonial de su hija, Eros se infiltra en la voz del oráculo y dice a los padres que lleven a su hija a una gruta donde esta encontrará al esposo que los dioses han destinado para ella, así lo hacen y Psyque pasa varias horas sola esperando, cuando empieza a dormirse se siente transportada por el aire y al despertar aparece en un palacio de ensueño, allí tiene todo lo que desea y cuando llega la noche Eros la visita, sin embargo debido a la penumbra no puede verle el rostro, la habla y la seduce y a partir de entonces va a visitarla todas las noches, pese a que la ama todas las noches Psyque nunca consigue verle el rostro, y una noche Eros la dice que si desea que su amor permanezca ella no deberá verle nunca el rostro, Psyque que es muy feliz y no desea perderle promete obedecer.
Así pasan mucho tiempo hasta que una noche Psyque nota que su amante esta dormido, la curiosidad la puede y aprovecha el momento para encender una lámpara y acercarla a su rostro, cuando ve que se trata de Eros el dios del amor, le tiembla el brazo y una gota de de cera cae sobre él despertándolo entonces el se despide de ella diciéndola "No debiste hacer eso, ahora que sabes quien soy nuestro amor no puede ser y por tanto no puedo amarte"
Existen numerosas versiones de este conocido mito, sin embargo, en mi opinión todas poseen el mismo significado y es que el amor autentico necesita de cierto grado de confianza y de misterio sobre la persona amada.
El Mito de Hera
Hera es la diosa con mayor rango en el Olimpo, pues es esposa y hermana de Zeus, el dios de los dioses en la mitología griega.
Esta diosa es la hija mayor de Cronos y Rea, y como todos sus hermanos fue tragada por su padre, hasta que Zeus fue salvado de las terribles fauces paternas y, luego, pudo entonces liberar a todos sus hermanos.
Durante la lucha que hubo entre Zeus y los titanes, la diosa fue criada -según unas versiones- por Océano y Tetis, con quienes ella quedó muy agradecida, por lo que cuando ellos riñeron, ella trató de reconciliarlos. Otros narran que fue criada por las Horas, por el héroe Témeno e incluso por las hijas de Asterión.
Una vez que Zeus ganó la gran batalla y se estableció el poder olímpico, éste contrajo matrimonio con Hera. Se cuenta que ella era su tercera esposa, después de Metis y Tetis, no obstante el amor entre Hera y Zeus era anterior incluso a la batalla con los titanes. La boda fue más que suntuosa, y de acuerdo a la tradición, se indica como lugar de la celebración el jardín de las Hespérides (aunque a veces se dice que las manzanas de este jardín fueron sólo el regalo de Gea a Hera el día de su casamiento, y que la diosa las cembró en su jardín). En la Ilíada se cuenta que la boda se llevó a cabo en la cumbre del Ida de Frigia. También, se ha mencionado que se realizó más bien en el lugar místico de Eubea. La divina unión tuvo como frutos cuatro hijos: Hefesto, Ares, Ilitía y Hebe.
Como esposa del líder de los dioses, Hera se convirtió en la protectora de todas las mujeres casadas. Por ello, se la representa como mujer celosa, vengativa y violenta, pues Zeus -que le era infiel constantemente- provocaba sus iras, de las que hacía víctimas no sólo a las amantes sino a los hijos producto de los amores prohibidos.
Fue así como Heracles cayó en desgracia con Hera, pues era hijo de Zeus y Alcmena, y fue tal vez el que más sufrió la cólera de la diosa. A ella se le ocurrió la idea de los doce trabajos a los que se sometió al semidios, y lo persiguió sin límite hasta el fin de sus días.
Sin embargo, estos ataques de celos también le costaban caros a la diosa, pues Zeus siempre protegía a sus hijos y a sus amantes de la venganza de Hera. Por ejemplo, cuando Heracles se vio envuelto en una tormenta enviada por Hera cuando él regresaba de tomar Troya, Zeus la suspendió del Olimpo y le ató un yunque en cada pie. Hera más tarde se reconcilió con Heracles.
Las leyendas en que esta importante diosa interviene son muchas. Por ejemplo, persigue a Io, la convierte en vaca y convence a los Curetes de desaparecer a su hijo, interviene en el trágico origen de Sémele, produce la locura de Tamante e Ino por haber criado a Dionisios, hijo bastardo de Zeus con Sémele. Aconseja a Artemisa para que asesine a Calisto, e intenta impedir el parto de Leto, de dónde nacieron Apolo y Artemisa.
Sin embargo, la ira de Hera no siempre se relaciona con los celos, a veces también lucha por poder. Por ejemplo, castigó a Tiresias y lo dejó ciego, por darle la razón a Zeus en una discusión que entabló la pareja sobre quién gozaba más de los placeres del amor, si el hombre o la mujer.
Además, participó en el concurso de las manzanas para averiguar cuál diosa era la más bella, donde Paris fue árbitro. Como éste eligiera a Afrodita, su cólera cayó sobre él y sobre Troya, por lo que la balanza se inclinó por los griegos o aqueos, hecho que se confirmaba porque Hera naturalmente estaba designada como la protectora de Aquiles, héroe griego hijo de Tetis, a quien Hera le debía tanto, como ya dijimos. Incluso, la diosa extendió su protección a Menelao, y lo hizo inmortal. Anteriormente, Hera había protegido a los Argonautas, y ayudó a que salieran bien librados de las Rocas Cianeas y de los pasos de Caribdis y Escila.
Por otro lado, se sabe que la diosa participó en la lucha contra los Gigantes y que fue perseguida y atacada por Porfirión que se había enamorado de ella. Éste intentó hacerla suya por la fuerza, pero mientras le arrancaba los vestidos, Zeus llegó en auxilio de la diosa y le envió un rayo al atacante que fue asesinado completamente por un flechazo de Heracles. De igual forma, Ixión también la atacó con un deseo incontrolable y violento, pero Zeus una vez más la protegió mediante una nube que modeló para engañar al pérfido.
Sus atributos comunes eran el pavo real, cuyo plumaje pasaba por ser los ojos de Argos, el guardián que Hera le asiganra a Io, y sus plantas eran el helicriso, la granada y el lirio. En la mitología latina o romana fue conocida como Juno.
En cierta ocasión Zeus decidió descender del monte Olimpo para comprobar la hospitalidad de los habitantes de la región de Frigia, junto a Hermes se disfrazó con ropas de mendigo y fue pidiendo cobijo casa por casa, en todas se le negaban la entrada, y a veces ni siquiera les abrían la puerta, así fueron hasta que llegaron a la única casa del lugar donde les abrieron la puerta, era una pequeña choza en las colinas de las afueras del pueblo en donde vivían Filemón y Baucis, dos ancianos que les acogieron y compartieron con ellos la escasa comida que tenían, pan, vino algo de queso, tras comer con ellos y en el momento en que Filemón fue a llenar la copa de sus invitados por segunda vez, vio asombrado como esta se llenaba sola, en seguida comprendió que no se trataba de simples mendigos sino de dioses y les imploro perdón por la escasa comida que había podido ofrecerles, en ese instante Zeus y Hermes se mostraron con su verdadero aspecto y les dijeron que habían decidido castigar el comportamiento de los habitantes de la zona y les pidieron que les acompañaran a fuera, condujeron al matrimonio a lo más alto de una colina, desde la cual se divisaba toda la región. Desde allí, pudieron ver cómo su choza se había transformado en un gran templo de paredes de mármol y techo de oro, y comprobaron con estupor como en el lugar del pueblo Zeus enviaba un gran diluvio que convertiría toda la zona en un gran lago de aguas azules. En agradecimiento por su hospitalidad, Zeus dijo a Filemón y a su mujer que les concedería cuanto quisieran, estos solo pidieron morir al mismo tiempo pues después de haber vivido juntos tanto tiempo y haberse amado tanto nada les entristecería mas que vivir el uno sin el otro, así pues siguieron como sacerdotes del templo en que ahora se había convertido su casa durante muchos años hasta que un día ambos se transformaron en árboles, el en Roble y ella en Tilo, ambos árboles simbolizan la hospitalidad y el amor conyugal.
Parece ser que alguna parte de Frigia hay dos árboles, Roble y Tilo, cuyas ramas se entrelazan, a los que la gente llama Filemón y Baucis, esta historia demuestra que cuando los sentimientos son puros, el amor es eterno.
Tiresias
El tebano ciego Tiresias, hijo de Everes y de la ninfa Chariclo, y Calchas eran los dos videntes más famosos de la mitología griega.
Hay dos historias diferentes sobre la ceguera de Tiresias y sus poderes paranormales. En la primera se dice que en cierta ocasión vio a la virginal diosa Atenea bañándose desnuda junto a su madre. Después de eso, Atenea le privó del sentido de la vista, aunque le dio el entendimiento del lenguaje de las aves y el poder para predecir el futuro. Ella, además, le obsequió con un cayado especial y le garantizó una larga vida.
Según la segunda versión, Tiresias se encontró a dos serpientes copulando en la montaña y golpeó a la hembra con su vara, que como venganza lo transformó en una mujer. Ocho años después, siendo aún mujer, se encontró a las mismas serpientes de nuevo y en esta ocasión golpeó a las dos, y así fue devuelto a su estado primitivo de hombre. Un día, cuando el rey de los dioses Zeus y su esposa Hera se encontraban discutiendo sobre qué sexo disfrutaba más haciendo el amor, Tiresias fue el elegido para hacer la prueba definitiva. Tiresias afirmó que la mujer disfrutaba más que el hombre, respuesta que enfadó a Hera, que lo dejó ciego. Nada pudo hacer Zeus para rectificar la cruel acción de Hera, pero trató de compensarlo, dándole el don de la clarividencia. Tiresias hacía sus predicciones observando el comportamiento de las aves. Estudiaba los sonidos que hacían y, cuando era necesario, apoyaba sus ideas en el resultado de los sacrificios realizados.
La primera persona a la que Tiresias le auguró un negro futuro fue a Narciso. Cuando su madre le preguntó si viviría mucho tiempo, el vidente contestó que así sería, siempre y cuando no pusiera sus ojos sobre su propia imagen reflejada. Sólo tiempo después fue posible entender el verdadero significado de sus palabras (ver Narciso).
Tiresias hizo muchas predicciones y pronunciamientos, y algunos no se los tomaron en serio inicialmente. El rey tebano Penteo, que no entendía por qué Tiresias adoraba al dios del vino y la vegetación Dioniso, rechazó sus consejos para que adorase al dios correctamente, y por ello tuvo que pagar la ofensa con su vida.
Tiresias también predijo los trágicos acontecimientos que se desarrollaron en Tebas durante y después del reinado de Edipo, el príncipe que mató a su padre y se casó con su madre sin saberlo (ver Oedipus). Fue él quien dijo que la plaga que azotaba Tebas era resultado de su mal comportamiento. Edipo, lejos de quedar agradecido por la información, no se lo agradeció y además lo acusó de tener mala fe. También el rey Creón, que reinó en Tebas antes y después de Edipo, recibió los extremadamente poco bienvenidos consejos de Tiresias. Cuando le instó para que diese un entierro decente al cadáver de Polinices, hijo de Edipo que había muerto en un duelo con su hermano Eteoc1es, que también murió en el duelo, Creón le acusó de ser poco fiable y predecir sólo por dinero.
Tiresias murió después de que los aliados de los hijos de Polinices conquistasen Tebas, posibilidad que él mismo, naturalmente, había anunciado. En el mundo de los muertos el alma del vidente ocupó una posición muy alta. Otras almas carecían de conciencia, pero Tiresias incluso continuó haciendo predicciones. Después de que Odisea le diese sangre de oveja para beber durante su visita al reino de la muerte, el vidente le advirtió que no debería tocar el ganado del dios solar Helios en la isla de Trinacia. Si él seguía este consejo ~legaría a salvo a su hogar en la isla de Itaca, donde acabaría con los pretendientes de Perséfone para vivir durante muchos años. Su predicción fue cierta una vez más. Un detalle importante de la historia que relató Homero es que el alma de Tiresias reconoció a Odisea nada más verlo, lo que significaría que habría recuperado la vista después de muerto.
CENTAUROS
Seres cuya mitad superior del cuerpo era humana y la otra mitad de caballo. Habitaban una región de Tesalia, y eran hijos de Ixión y de la Nube.
Estaban armados de mazas y usaban con habilidad el arco. En las bodas de Piritoo e Hipodamía, donde fueron invitados, lucharon ferozmente contra los lapitas. Heracles consiguió arrojar a estos seres fuera de Tesalia. En los combates, para atemorizar a sus enemigos, hacían un ruido espantoso con su voz, semejante a un relincho. Entre otros se conocen los nombres de Agrios, Aretos, Bianor, Eurinomos, Folos y Neso.
Tritón
El dios del mar Tritón era hijo de Poseidón, el regidor divino de los mares, y de Anfritrite. Se le representaba habitualmente como una sirena masculina, una criatura con la parte superior del cuerpo de un hombre sobre una o incluso dos largas colas de pez. Sus atributos incluían un tridente y un largo y curvado cuerno hecho de concha. Tritón tenía el poder de apaciguar las aguas turbulentas soplando a través de su cuerno de coócha. Según algunas versiones, había gran cantidad de tritones y todos formaban parte del séquito de Poseidón.
Tritón fue de gran ayuda en la expedición de los Argonautas, los héroes que liderados por Jasón acudieron a bordo del Argo a buscar el Vellocino de Oro (ver Los Argonautas). En un momento del viaje, el barco quedó encerrado en las aguas del lago Tritonis, en Libia, del cual no podían encontrar salida al mar, historia que cuenta Apolonio de Rodas en su obra Argonáutica (siglo III a.C.)
Orfeo sugirió que debían usar el gran tridente que Apolo le había regalado a Jasón y ofrecérselo a los dioses de la tierra tan pronto como hubieron cogido el tridente apareció ante ellos el gran dios Tritón adoptando el aspecto de un hombre joven y les habló. Tomó un poco de tierra y la alzó dando la bienvenida diciendo: "Aceptad este regalo, amigos. Aquí y ahora no tengo a nadie mejor a quien recibir sino a extranjeros como vosotros. Si os habéis perdido, como muchos otros viajeros en tierras extrañas, y queréis cruzar el mar de Libia, yo seré vuestro guía. Mi padre Poseidón me ha enseñado todos sus secretos y yo soy el rey de su litoral. Quizá hayáis oído hablar de mí aunque vengáis de tan lejos". Eufemo, agradecido, extendió su mano para recibir el presente y contestó: "Mi señor, si algo sabes sobre el mar de Minos y sobre el Peloponeso, te rogamos que nos lo digas. Lejos de tener intención de llegar hasta aquí, hemos sido arrastrados a los bordes de tu tierra por una fuerte galerna. Perdimos el rumbo de nuestra embarcación y llegamos a esta laguna. Ahora no tenemos ni idea de cómo salir y llegar hasta la tierra de Pelops".
Tritón, extendiendo su mano, señaló el mar distante y la boca profunda del lago. Al mismo tiempo explicó: "Esa es la salida al mar, las aguas tranquilas y oscuras marcan el punto más profundo, pero a cada lado hay playas en los que varar; desde aquí podéis ver la espuma. Lejos, en la distancia entre ellas hay una estrechura. Una vez que estéis en mar abierto, mantened la tierra a vuestra derecha y abrazad la costa hacia el norte. Cuando se acerque a vosotros y se aparte de nuevo tendréis que salir por el punto hacia donde se proyecta y seguir navegando recto". Animados por el dios, los Argonautas siguieron su rumbo. Mientras tanto, Tritón tomó el pesado tridente y se sumergió en las aguas. Todos pudieron verle descender y, aun así, en un momento había desaparecido, cerca de ellos, con su tridente. ]asón sacrificó una oveja en la proa con las siguientes palabras: "Dios del mar, tú que apareces ante nosotros en las orillas de estas aguas, sé gentil y concédenos el regreso feliz que deseamos".
Mientras rezaba cortó el cuello de su víctima y la arrojó al agua. El dios surgió de nuevo de las profundidades ya no transformado sino en su verdadera forma, y, tomando la proa de la embarcación, los condujo hacia mar abierto. El cuerpo del dios, por delante y por detrás, desde la corona de su cabeza hasta su cintura y de los pies a la cintura, era como el de los otros inmortales, aunque desde ahí no era más que como el de un monstruo con dos largas colas terminadas en un par de aletas con forma de luna creciente. Con las aletas removía el agua de la superficie y arrastró al Argo a mar abierto, donde lo lanzó en su ruta. Después se sumergió en el abismo y los Argonautas gritaron de maravilla ante una visión tan pavorosa e inspiradora» (Argonaútica, Libro IV).
En otras historias, Tritón -o los tritones- también tenían otro lado menos benevolente. Como si fuesen "sátiras del mar", los tritones tenían la mala costumbre de molestar a las mujeres que se bañasen en el mar y a los hombres jóvenes. En cierta ocasión, cuando Tritón corneó a un grupo de seguidoras del dios del vino y la vegetación Dioniso en Boecia, hubo una pelea entre los dos dioses, que terminó en una derrota para el dios marino. El gran héroe Hércules también dijo que en una ocasión tuvo que luchar con un monstruo marino llamado Tritón.
Diosas de categoría inferior a las divinidades olímpicas.
Eran hijas de Zeus, que habitaban en la Tierra, en los bosques y cimas de las montañas, en los remansos de los ríos y en las grutas y praderas. Forman parte del cortejo de Artemisa, velan por la suerte de los hombres, siembran árboles, presiden las ceremonias nupciales y protegen las cosechas. En su culto se les ofrecía leche y miel y se sacrificaban cabras y corderos; sus templos se situaban en los bosques y al lado de las fuentes. Se las representaba como bellas. jóvenes desnudas o ligeramente vestidas.
El mito de Selene
En la mitología griega, Selene es la personificación de la Luna. Es hija de los titanes Hiperión y Tía, y hermana de Helios, el Sol, y de Eos, la Aurora. Se la representaba como una mujer joven y hermosa, que recorría el cielo en un carruaje de plata tirado por dos caballos.
Se le conocen muchos amores. De Zeus tuvo una hija, Pandia. En Arcadia fue amante del dios Pan, quien le había obsequiado una manada de bueyes blancos.
Sin embargo, su historia más conocida es la que comparte con Endimión, pastor de Caria. Una noche de verano, luego de cuidar sus rebaños, Endimión se refugió en una gruta en el monte Latmos para descansar. La noche era clara, y en el cielo Selene paseaba en su carruaje. La luz de la luna entró en la cueva, y así Selene pudo ver al joven dormido. Desde el momento en que la diosa lo miró se enamoró de él.
Descendió entonces del Cielo, y Endimión fue despertado por el roce de los labios de Selene sobre los suyos. Toda la caverna estaba iluminada por la luz plateada de la Luna. Ante él vió a la diosa brillante, y entre los dos nació una gran pasión.
Selene subió después al Olimpo, y rogó a Zeus que le concediera a su amado la realización de un deseo, y el Señor del Olimpo aceptó. Endimión, luego de meditarlo, pidió el don de la eterna juventud, y poder dormir en un sueño perpetuo, del que sólo despertaría para recibir a Selene. Zeus le concedió su petición.
Desde entonces, Selene visita a su amante dormido en la caverna del monte. De este amor nacieron cincuenta hijas, y en varias versiones también, hijo de Selene y de Endimión fue Naxo, el héroe de la isla de Naxos.
Hija de Zeus y Metis, diosa griega del pensamiento, símbolo del progreso intelectual. Según la tradición nació de la cabeza de su padre, adulta y armada del escudo y la lanza. Se la conocía también con el nombre de Palas Atenea. Igualaba en sabiduría a Zeus y sobrepujaba a los demás dioses. Se le atribuía la invención de las ciencias, del arte y de la agricultura, habiendo dado a los griegos el olivo y el arado. Presidía la autoridad de los estados y de las leyes. Los atenienses la consideraban su protectora, y de su nombre deriva el de la ciudad, donde instituyó el Areópago o asamblea. Según la tradición, bajo el reinado de Cécrops ella y Poseidón contendían por la posesión de Atenas.
Los dioses prometieron que correspondería al que hiciese el don más útil a los hombres. Poseidón, de un golpe de su tridente hizo surgir un caballo, y Atenea, un olivo, que los dioses decretaron como más útil a los hombres. En la guerra de Zeus contra los gigantes defendió a su padre luchando a su lado, y sepultó a uno de aquéllos, Encelade, bajo la isla de Sicilia. Homero nos cuenta que participó en la guerra de Troya, protegiendo a los griegos. En muchos de los combates tutelaba a los héroes griegos. Se la representaba como una joven de majestuosa hermosura, armada de lanza y escudo, con la cabeza cubierta por un casco de alto penacho.
El mito de Harmonía
El mito de Harmonía comprende dos tradiciones y además se la identifica con la abstracción musical así como sentimental, es decir el equilibrio o la concordia.
La primera es la leyenda de origen tebano. En ella, Harmonía se presenta como hija de Afrodita (diosa de la belleza y del amor) y Ares (dios de la guerra).
Zeus decidió que la bella joven fuera la esposa de Cadmo, hermano de Europa y fundador de Tebas. La boda se celebró en la nueva ciudad y asistieron todos los dioses, que llevaron presentes a los dichosos novios.
Entre los regalos, había un impresionante vestido tejido por las tres Gracias y otorgado por Atenea (diosa de la sabiduría) y un majestuoso collar, brindado por Hefesto (dios del fuego), que entre los dos constituían los más célebres presentes dados a la pareja. A veces se dice que los propios dioses habían hecho con sus manos los regalos. También se ha dicho que tales regalos habían sido dados a la novia por el propio Cadmo, que los había obtenido de su hermana Europa, la cual había sido agasajada con tales regalos por el mismo Zeus.
Pero, al seguir la línea de Hefesto y Atenea, se llega un triste final, pues Atenea y Hefesto furiosos por la relación de Ares y Afrodita, de la cual había sido fruto Harmonía deciden destruir a la joven y envenenan los vestidos y el collar.
Los mencionados regalos aparecen a lo largo de la tradición griega en diversas ocasiones, por ejemplo en la leyenda de los Siete Jefes contra Tebas, o cuando fueron ofrecidos como exvotos a Delfos, y luego robados por el tiempo de Filipo de Macedonia.
Según la otra tradición, de origen samotracio, Harmonía es hija de Zeus y Electra, lo que la convierte en hermana de Dárdano y Yasión. Esta versión comparte con la anterior, el matrimonio con Cadmo, pero su desenlace es diferente.
Cadmo encuentra a la joven en la búsqueda de su hermana Europa, que había sido raptada por Zeus, y su casamiento se realiza en Samotracia con gran pompa, a la cual también asisten todos los dioses y las Musas cantan. Igualmente, se ha dicho que Cadmo rapta a Harmonía con la ayuda de Atenea.
El matrimonio feliz consigue tener varios hijos, entre los que se mencionan Autónoe, Ino o Lucótea, Ágave, Sémele y Polidoro.
Al término de sus vidas, se trasladan misteriosamente a Iliria, la tierra de los enqueleos, dejando el trono de Tebas a su nieto Penteo. En Iliria, guían a los enqueleos que habían sido atacados por los ilirios, y logran que estos venzan, tal y como había predicho un oráculo. Así, Cadmo se convierte en rey de los ilirios y tiene un hijo con su esposa llamado Ilirio.
Posteriormente, Cadmo y Harmonía fueron transformados en serpientes y se instalaron en los Campos Elíseos.
ZEUS
Dios supremo de la religión griega. Fue llamado Júpiter por los romanos.
Hijo de Cronos y de Rea, padre de los dioses y de los hombres. Cronos tenía la costumbre de devorar a todos los hijos que le daba su mujer, quien al estar embarazada de Zeus ideó, para salvarlo, huir a Creta, donde tuvo a su hijo, y retornó al Olimpo, simulando allí un segundo parto. Presentó a Cronos una piedra envuelta en pañales, que éste tragó sin vacilar.
Hijo de Cronos y de Rea, padre de los dioses y de los hombres. Cronos tenía la costumbre de devorar a todos los hijos que le daba su mujer, quien al estar embarazada de Zeus ideó, para salvarlo, huir a Creta, donde tuvo a su hijo, y retornó al Olimpo, simulando allí un segundo parto. Presentó a Cronos una piedra envuelta en pañales, que éste tragó sin vacilar.
Cuando Cronos fue vencido y arrojado del Olimpo por Titán, Zeus intervino venciendo a éste y restableciendo a su padre en el trono. Un oráculo informó a Cronos que Zeus había nacido para dominar el universo, y éste buscó los medios de perderlo. Zeus se rebeló contra él y le arrojó del Olimpo, apoderándose del trono de su padre y haciéndose dueño del Cielo y de la Tierra.
Se casó con Hera y repartió su poder entre sus hermanos. Se reservó el Cielo y dio el imperio de las aguas a Poseidón y el de los infiernos a Hades. Tiempo después los dioses trataron de librarse de su dominio, pero les venció obligándoles a refugiarse en Egipto.
Cuando su dominio parecía definitivamente asegurado, los Gigantes, hijos de Titán, pusieron unas montañas sobre otras con el fin de escalar el Olimpo y arrojarlo de él. Pero Zeus los derrotó sepultándolos bajo las montañas que habían amontonado contra él. Desde entonces fue reconocido como padre de los dioses y de los hombres, al que todos obedecían.
Fue árbitro universal y su sabiduría regulaba todas las cosas. Todo procedía de Zeus, el bien y el mal, y hasta el destino. Armado del rayo y del trueno, al agitar su égida producía huracanes y tempestades. De su matrimonio con Hera, su hermana, tuvo a Ares, Hefesto y Hebe.
Se casó con Hera y repartió su poder entre sus hermanos. Se reservó el Cielo y dio el imperio de las aguas a Poseidón y el de los infiernos a Hades. Tiempo después los dioses trataron de librarse de su dominio, pero les venció obligándoles a refugiarse en Egipto.
Cuando su dominio parecía definitivamente asegurado, los Gigantes, hijos de Titán, pusieron unas montañas sobre otras con el fin de escalar el Olimpo y arrojarlo de él. Pero Zeus los derrotó sepultándolos bajo las montañas que habían amontonado contra él. Desde entonces fue reconocido como padre de los dioses y de los hombres, al que todos obedecían.
Fue árbitro universal y su sabiduría regulaba todas las cosas. Todo procedía de Zeus, el bien y el mal, y hasta el destino. Armado del rayo y del trueno, al agitar su égida producía huracanes y tempestades. De su matrimonio con Hera, su hermana, tuvo a Ares, Hefesto y Hebe.
Su vida fue pródiga en aventuras amorosas. Con Mnemosina tuvo a las Musas; con Eurinome, a las tres Gracias; con Maya, a Hermes; con Leto, a Artemisa y Apolo; con Deméter, a Perséfone; con Níobe, a Argos; con Dánae, a Perseo; con Semele, a Dioniso; con Leda, a Cástor y Pólux y Helena; con Alcmena, a Heracles; con Pita, a Aqueo, etc., ya que eran muchos los héroes y reyes cuyo primer antecesor era Zeus.
Para sus aventuras amorosas se valió de diversas transformaciones, tales como cuclillo para seducir a Hera; como toro para Europa; como águila, a Egina; a Antíope, como sátiro; a Dánae, como lluvia de oro; a Leda, como cisne; a Alcmena, con las facciones de su esposo, Anfitrión; a Pita, como paloma, etc.
Para sus aventuras amorosas se valió de diversas transformaciones, tales como cuclillo para seducir a Hera; como toro para Europa; como águila, a Egina; a Antíope, como sátiro; a Dánae, como lluvia de oro; a Leda, como cisne; a Alcmena, con las facciones de su esposo, Anfitrión; a Pita, como paloma, etc.
El Mito de Ariadna
Ariadna es la hija del rey Minos y Pasifae de Creta. Su padre tenía en un laberinto al minotauro, a quien había que alimentar con gente ateniense cada nueve años.
La tercera vez que los atenienses debían pagar su tributo, Teseo, -hijo de Egeo, el rey de Atenas- se ofrece a ir y matar al minotauro. El problema era que el minotauro vivía en un laberinto del que no se podía escapar.
La hija de Minos, Ariadna vio a Teseo y se enamoró de él, por lo que decidió ayudarlo con la condición de que se casara con ella y se la llevara lejos de su temible padre.
Teseo aceptó, y así fue como Ariadna le regaló un ovillo para que una vez en el laberinto, fuera desenrrollándolo y pudiera servirle de guía al regreso e indicarle el camino de regreso.
Cuando Minos supo que Teseo había matado al minotauro montó en cólera por lo que Teseo tuvo que apresurarse en la huída en la que lo acompañó Ariadna. Pero ella nunca llegó a ver la tierra de Teseo, Atenas, pues en una escala que él hizo en la isla de Naxos, la abandonó dormida en la orilla.
Las versiones de esta traición varían mucho y se han hecho un sinnúmero de hipótesis. Se ha dicho que Teseo dejó a Ariadna en la playa porque estaba enamorado de otra mujer, también que fue por orden de los dioses, o sino que mientras ella se encontraba en la playa recuperándose de un mareo, él regresó al barco, y este sarpó impulsado por un misterioso viento.
Pero, Ariadna no se amilanó mucho y olvidó sus penas de amor con el dios Dionisio, quien se había enamorado profundamente de ella. Se casó con ella y la llevó al Olimpo. Como regalo de bodas le dio una diadema de oro que hizo Hefesto y que luego se convirtió en constelación.
Sus hijos con Dionisio fueron Toante, Estásfilo, Enopión y Pepareto.
Su muerte es objeto de varias versiones pues hay quienes dicen que Artemisa la mató, cumpliendo órdenes de Dionisio. Pero también hay quienes opinan que ella murió en la isla de Naxos, donde Teseo la había abandonado cuando ella dio a luz.
PEGASO
Caballo alado, nacido de la sangre de Medusa, a la que Poseidón, transformado en caballo, había poseído.
Cuando Perseo la decapitó, de la sangre de su cuello nacieron Crisaor y Pegaso. En vuelo hacia el Olimpo, Pegaso llegó al palacio de Zeus quien le confió la misión de llevar el rayo y los relámpagos y de conducir el carro de la Aurora. Atenea lo domó y lo dio a Perseo para ir a libertar a Andrómeda. Belerofonte se sirvió de este caballo para luchar contra la Quimera. Una vez logrado su objetivo, el héroe hincó espuelas en el maravilloso animal, para obligarle a llevarlo hasta el cielo, pero el Pegaso, encabritándose lo desmontó causándole la muerte, mientras éste siguió ascendiendo hasta transformarse en la constelación de su nombre. Pasó a ser corcel de las Musas y habitaba con ellas en el Helicón, y se dice que descubrió la fuente Pirene, en Corinto. También se decía que fue padre de los Centauros, que nacieron de una esclava, con la que Pegaso e Ixión tuvieron relación la misma noche.
Hecate
Hecate es una diosa con origen arcaico y muy compleja y misteriosa puesto que sus atributos fueron cambiando con el tiempo, siendo asimilada con otras diosas.
Hesíodo la presenta como hija de Asteria y Perses, descendiente directa de la generación de la los Titanes e independiente del panteón Olímpico.
Zeus reconoce sus poderes y sus antiguos privilegios. Extendía su benevolencia a todos los hombres concediendo los favores que se le piden en todos los ámbitos (prosperidad material, don de la elocuencia, victoria en las batallas y juegos, etc) pues su poder es inmenso.
Con el tiempo, la anterior Hécate se difumina y aparece una Hécate oscura e inquietante vinculada al mundo de las sombras. A diferencia de Artemis, que representaba la luz lunar y el esplendor de la noche, Hécate representaba su oscuridad y sus terrores.
Se creía que, en las noches sin luna, ella vagaba por la tierra con una jauría de perros fantasmales y aulladores que precedían su aparición. Ella enviaba a los humanos los terrores nocturnos, apariciones de fantasmas y espectros como Empusa, que comía carne humana, tenía un pie de bronce, presentaba toda clase de formas y se aparecía especialmente a niños y mujeres para asustarlos.
Hecate era la diosa de la hechicería y lo arcano, y la veneraban especialmente magos y brujas, quienes le ofrecían en sacrificio corderos y perros negros al final de cada lunación. A estos se les aparecía con una antorcha en la mano o en forma de distintos animales: yegua, perra, loba, etc.
Sin embargo los marinos la consideraban su numen titular y le pedían que les asegurase buenas travesías.
Los romanos la identificaron con Trivia cuya efigie presidía las encrucijadas de los caminos, lugares vinculados con la magia. Se creía que Hécate y su jauría de perros aparecían en esos espacios apartados, que eran para los viajeros lugares demoníacos y espectrales. Allí se levantaban estatuas en forma de una mujer de triple cuerpo o bien tricéfala. Eran muy abundantes, antiguamente, en los campos, y a su pie se depositaban ofrendas.
Hécate se unió primero a Forcis y fue madre del monstruo Escila; después a Eetes, de quien obtuvo a Circe y a Medea.
Según la versión del mito estas últimas aparecen como hermanas o sobrinas. Asimilada a Artemisa, se la representa como una joven con peplo y llevando sobre la frente el creciente lunar (o la diadema cilíndrica denominada polos) y una o dos antorchas en las manos.
El arte representa también a Hécate a menudo con tres cuerpos o tres cabezas y con serpientes entrelazadas alrededor de su cuello ya que es una divinidad triforme: lunar, infernal y marina.
La mitología también nos habla a veces de Hécate como una de las diosas menos conocidas, hija menor de Zeus, que había sido diosa de la Luna. En el Hades gozaba de gran autoridad, porque era conocida como la reina invencible y presidía las ceremonias de expiación y purificación de las sombras a las que se les permitía reparar las malas acciones de su vida pasada. Ferea era un sobrenombre de Hécate.
Simbología: Los cipreses estaban asociados a la muerte, y siguen estando presentes en los cementerios del área mediterránea. Estaban consagrados a Hécate, la diosa de la muerte, en otra época diosa de la Luna.
PIGMALION Y GALATEA
Pigmalion fue un importante rey de Chipre, además de sabio y bondadoso, Pigmalion era un gran escultor, gastaba gran parte de su tiempo en crear hermosas esculturas y a menudo se quedaba hasta tarde trabajando en ellas, lo cual inquietaba a sus súbditos quienes veían como a menudo su rey gastaba su tiempo libre en sus obra sin encontrar tiempo para buscar esposa y así poder traer descendientes.
Un día Pigmalion se decidió a crear la mas hermosa de sus obras, una mujer ideal, cuya belleza fuera inigualable, pasó día y noche trabajando en su obra hasta que por fin la termino, hizo una doncella tan hermosa que casi llego a enamorarse de ella, la vistió con las mejores ropas y la adornó con hermosas joyas, iba todas las noches a visitarla imaginando como seria aquella joven si viviera, tanto se obsesiono por ella que incluso la puso un nombre, la llamó Galatea (no confundir con la nereida Galatea).
Al cabo de un tiempo, Pigmalion asistió a una fiesta en honor de Afrodita, se encontraba pensando en Galatea cuando de pronto delante de todos se puso a rezar a la estatua de Afrodita suplicandola que diera vida a su estatua, estuvo así algo de tiempo pero al no obtener ninguna respuesta de Afrodita decidió darlo por perdido y salio de la fiesta entre las burlas y el asombro de todos, volviendo a su taller con gran tristeza; sin embargo no vio que la estatua de Afrodita a la que rezaba justo antes de marcharse le había sonreído al oír sus oraciones.
Cuando por fin Pigmalion regreso a su taller se acerco a su obra pensando en ella ya como en un sueño imposible, la beso en los labios y al hacer esto Galatea se volvió de carne y hueso, bajó del pedestal y Pigmalion no pudo evitar preguntarla si deseaba convertirse en su reina, la reina de Chipre, a lo que Galatea respondió que tan solo deseaba ser su esposa, se casaron y como el pueblo deseaba tuvieron varios hijos, entre ellos una hermosa hija llamada Pafo, ambos reinaron felizmente y se convirtieron en los mas fieles seguidores de Afrodita.
Cuando por fin Pigmalion regreso a su taller se acerco a su obra pensando en ella ya como en un sueño imposible, la beso en los labios y al hacer esto Galatea se volvió de carne y hueso, bajó del pedestal y Pigmalion no pudo evitar preguntarla si deseaba convertirse en su reina, la reina de Chipre, a lo que Galatea respondió que tan solo deseaba ser su esposa, se casaron y como el pueblo deseaba tuvieron varios hijos, entre ellos una hermosa hija llamada Pafo, ambos reinaron felizmente y se convirtieron en los mas fieles seguidores de Afrodita.
Persigue tus sueños con toda tu alma, aunque los demas te traten por loco o no te entiendan, es la única forma de que estos se hagan realidad.
Orestes
Orestes era el único hijo del rey Agamenón de Micenas y de su esposa Clitemnestra. Sus hermanas eran Ifigenia, Electra y Crisotemis. Cuando su madre y su amante Egisto mataron a Agamenón (ver Agamenón y Electra), Electra se llevó al pequeño Orestes para ponerlo a salvo y enviarlo a Focis, donde creció en la corte del rey Estrofio, cuyo hijo Pilades se convirtió en su mejor amigo. Existe otra versión distinta, que asegura que Orestes llegó a Focis diez años antes, cuando su padre partió hacia Troya.
Años después de la muerte de Agamenón, Orestes regresó a Micenas y vengó a su padre siguiendo las órdenes de Apolo.
Algunos autores como Hornero, Esquilo, Sófocles y Eurípides dan distintas versiones de lo sucedido después. Se cree que después de consultar a Electra, Orestes mató a Clitemnestra y a Egisto, si bien algunos le dan la iniciativa a ella, y otros a él. Hay también distintas versiones sobre las consecuencias de este acto. Algunos creen que Orestes no fue castigado por lo que hizo, pero Esquilo muestra en su obra en tres actos La Orestiada cómo se debe enfrentar con las Erinias o Furias, diosas de la venganza que castigaban con especial saña los crímenes de familia. La Erinias le volvieron loco y le persiguieron por todos los lugares. Otras versiones aseguran que Electra y Orestes se enfrentaron a un juicio que acabó con su condena a muerte en Micenas después del asesinato. Orestes entonces capturó a Helena y Hermione, la esposa y la hija de su tío Menelao. Sólo la intervención de los dioses las salvó, mientras Orestes tuvo que exiliarse.
Orestes, atormentado por las Erinias, visitó el Oráculo de Delfos dedicado a Apolo, instigador de la venganza. El dios dispuso que viajase a Atenas escoltado por Hermes y allí, en la corte del Areópago o «colina de Ares», debería someterse al juicio de los atenienses. Las Erinias ejercieron de acusación y Apolo de defensor. Atenea presidía el juicio que terminó con los votos divididos, por lo que la diosa se inclinó a su favor. Orestes fue exculpado y las Erinias aplacaron su ira con la promesa recibida de seguir siendo adoradas en Atenas. Desde entonces ya no se las conocería como Erinias, sino como Euménides o «benevolentes» gracias a su disposición.
Según otra versión, antes o después del juicio en Atenas y según las órdenes de Apolo, Orestes fue enviado a Tauris para coger una estatua de Artemisa. El rey Toas lo hizo prisionero y lo llevó ante el santuario de la diosa para ofrecerlo en sacrificio.
Su hermana Ifigenia era sacerdotisa en el santuario, pues allí había vivido desde que Agamenón la había querido sacrificar para que los vientos favoreciesen a los griegos en la Guerra de Troya. Los dos hermanos se reconocieron y ella engañó al rey diciéndole que todos debían purificarse en las aguas antes del ritual. sin que los habitantes de Tauris pudiesen contemplarios, lo que les permitió escapar con la estatua.
Pero hay otra versión en la que Orestes participa en la muerte de Neoptolomeo, hijo de Aquiles que había luchado en Troya y que estaba casado con Hermione, prima de Orestes cuyo padre, Menelao, se la había prometido en matrimonio en primer lugar.
Los elementos más significativos en la historia de Orestes son los ciclos de muerte y venganza, que se remontan hasta su abuelo Atreo y su bisabuelo Pelops.
PERSEO Y ANDROMEDA
En la mitología griega Casiopea era la reina de Etiopía, una mujer muy hermosa, esposa de Cefeo y madre de Andrómeda, en cierta ocasión Casiopea se encontró en la playa con las Nereidas ( las nereidas eran las ninfas del mar que vivían bajo los océanos pero que en ocasiones subían a la superficie encima de animales marinos, como delfines, para ayudar a los viajeros) y cometió el grave error de burlarse de ellas jactándose de que tanto ella y como su hija Andrómeda eran mucho mas hermosas que las famosas ninfas. Las Nereidas muy ofendidas por lo ocurrido corrieron a contárselo a Poseidon Dios de los océanos, y este enfadado provocó tempestades y tormentas, creando a Cetus un monstruo marino que devoraba a quienes se encontrase en su camino y al que envió a destruir Etiopía como venganza.
Los Etiopes se enteraron de lo que iba a suceder así que fueron a ver al Oráculo para que este les aconsejara, y este les dijo que si querían salvar su país deberían sacrificar a Andrómeda al monstruo marino, así que Cefeo llevó a su hija Andrómeda a la playa y allí hizo que la encadenarán a un roca para que cuando llegara el monstruo la devorara.
Cuando llego el monstruo y se disponía a atacar a Andrómeda, apareció Perseo a lomos de Pegaso (el caballo alado que nació del cuello de Medusa tras su muerte, en otras versiones llegó volando sobre las sandalias mágicas que le entregó Hermes )que volvía a casa tras matar a Medusa, Perseo saco la cabeza de Medusa y la utilizo para que la bestia quedara confundida al ver su sombra sobre el mar, entonces se lanzó sobre ella y la decapito con un certero golpe, rescató a Andrómeda y pidió a sus padres su mano como recompensa por haberla salvado, ambos se casaron y vivieron felices, cuando murieron Atenea convirtió a Andrómeda en Estrellas para que nunca se perdiera su belleza, poniendo a su lado a Perseo como recompensa por haberla salvado.
Nunca pierdas la esperanza, ni ante las mas sombrias adversidades, si dejas de mirar al cielo nunca veras aparecer el primer rayo de luz de entre las negras nubes.
El mito de las Amazonas
Las Amazonas eran un pueblo de solo mujeres descendientes de Ares, dios de la guerra y de la ninfa Harmonía. Se ubicaban a veces al norte, otras en las llanuras del Cáucaso, y otras en las llanuras de la orilla izquierda del Danubio. En su gobierno no interviene ningún hombre, y como jefe tienen una reina. La presencia de los hombres era permitida siempre que desempeñaran trabajos de servidumbre. Para perpetuar la raza se unían con extranjeros, pero sólo conservaban a las niñas. Si nacían varones, se cuenta en algunas versiones, que los mutilaban dejándolos ciegos y cojos. Otras fuentes indican que los mataban. Por decreto, a todas las niñas les cortaban un seno, para facilitarles el uso del arco y el manejo de la lanza. De esta costumbre proviene su nombre 'amazonas' del griego 'amazwn' que significa 'las que no tienen seno'.
Eran un pueblo muy guerrero, por lo que su diosa principal era Artemisa, la cazadora. Debido a esto, se les atribuía la fundación de Éfeso y la construcción del Gran Templo de Artemisa.
De este pueblo, hay muchas leyendas donde grandes héroes tuvieron que enfrentarse a ellas. Por ejemplo, Belerofonte quien luchó contra ellas por mandato de Yóbates. Una de las más conocidas es cuando Heracles (Hércules) cumple la misión que le asigna Euristeo, y se dirige a las márgenes del Termodonte a adueñarse del cinturón de Hipólita, reina de las amazonas. Ésta consintió en entregarle el cinturón a Heracles, pero la celosa Hera (esposa del dios Zeuz) provocó una rebelión entre las Amazonas, y Heracles tuvo que matar a Hipólita. Teseo que acompañaba a Heracles en su misión, se llevó a Antíope, una de las amazonas. Ellas, molestas por este atrevimiento y para vengar el rapto, hicieron la guerra contra Atenas, pero fueron derrotadas por los atenienses que estaban liderados por Teseo.
Otra azaña legendaria que las involucra, es la ayuda que le brindaron a los troyanos durante la guerra de Troya. Pentesilea, reina amazona, envió un grupo de apoyo a Príamo, rey troyano. Aquiles dio muerte a Pentesilea, quien antes de morir, hizo que éste se enamorara perdidamente de ella, lo que le infundió gran sufrimiento.
Los primeros dioses
Los más antiguos mexicanos creían en un dios llamado Tonacatecuhtli, quien tuvo cuatro hijos con su mujer Tonacacihuatl.
El mayor nació todo colorado y lo llamaron Tlatlauhqui. El segundo nació negro y lo llamaron Tezcatlipoca. El tercero fue Quetzalcóatl.
El más pequeño nació sin carne, con los puros huesos, y así permaneció durante seis siglos. Como era zurdo lo llamaron Huitzilopochtli. Los mexicanos lo consideraron un dios principal por ser el dios de la guerra.
Según nuestros antepasados, después de seiscientos años de su nacimiento, estos cuatros dioses se reunieron para determinar lo que debían hacer.
Acordaron crear el fuego y medio sol. pero como estaba incompleto no relumbraba mucho. Luego crearon a un hombre y a una mujer y los mandaron a labrar la tierra. A ella también le ordenaron hilar y tejer, y le dieron algunos granos de maíz para que con ellos pudiera adivinar y curar.
De este hombre y de esta mujer nacieron los macehuales, que fueron la gente trabajadora del pueblo.
Los dioses también hicieron los días y los repartieron en dieciocho meses de veinte días cada uno. De ese modo el año tenía trescientos sesenta días.
Después de los días formaron el infierno, los cielos y el agua. En el agua dieron vida a un caimán y de él hicieron la tierra. Entonces crearon al dios y a la diosa del agua, para que enviaran a la tierra las lluevias buenas y las malas.
Y así fue como dicen que los dioses hicieron la vida.
LEYENDAS
La Mujer Xtabay
Los mayas de Yucatán son sin duda alguna, quienes mejor han conservado su idioma. Si no pueden interpretar, como tampoco lo ha hecho nadie en el mundo, sus complicados jeroglíficos, verdaderos retos ideográficos, si mantienen vivo su idioma lleno de firos y genuflexiones extraordinarios y en su fonética han sabido copiar el vuelo del murciélago dzib y lo que dice el pájaro Puhuy. Temen al temible Kahazbal y a los Aluxes, pequeños duendecillos del bosque y de las siembras, porque ellos, los mayas, no han permitido aún la corrupción idiomática que introdujeron los hispanos que vinieron a hacer confuso todo lo relativo al suelo que en mal día hollaron.
De esta forma se ha conservado intacta la hermosa leyenda, una de las más lindas, bellas leyendas yucatecas de las miles y miles que flotan como el perfume de la flor Xtabentún en el viento tibio de Mayab, o se esconden en las profundidades cavernosas de los cenotes de donde sale el agua fresca y clara y los cuentos que perduran en el alma yucateca. Esa leyenda es la que se refiere a la mujer Xtabay.
Bajo la luna del antiguo Mayapan, al socaire de los asombrosos templos de los itzaes, he oído repetida esta leyenda sin que nadie le quite o le aumente a su albedrío, sin que ninguno ose deformarla y así, como joya de milagrería se conserva para deleite de quien oye o de quien lee esta historia que como muchas no se ha borrado, no se borrará jamás, porque ha quedado inscrita en los libros antiguos y en las páginas sagradas del recuerdo Maya.
Dice pues la leyenda que la mujer tabay es la mujer hermosa, inmensamente bella que suele agradar al viajero que por las noches se aventura en los caminos del Mayab. Sentada al pie de la más frondosa ceiba del bosque, lo atraé con cánticos, con frases dulces de amor, lo seduce, lo embruja y cruelmente lo destruye.
Los cuerpos destrozados de esos incautos enamorados aparecen al día siguiente con las más horribles huellas de rasguños, de mordidas y con el pecho abierto por uñas como garras.
Muchos ladinos, gentes que desconocen el origen verdadero de la mujer Xtabay, han dicho que es hija del Ceibam que nace de sus torcidas y serpentinas raíces pero eso no es verdad, la auténtica tradición maya dice que la mujer Xtabay nace de una planta espinosa, punzadora y mala y si es que la Xtabay aparece junto a las ceibas, es porque este árbol es sagrado para los hijos de la tierra del faisán y del venado y muchas veces en cobijo y sombra, se acogen bajo sus ramas, confiados en la protección de tan bello y útil árbol.
Vivían en un cierto pueblo de la península yucateca dos mujeres siendo el nombre de una de ellas Xkeban o mejor decir su apodo ya que Xkeban quiere decir prostituta, mujer mala o dada al amor ilícito. Decían que la Xkeban estaba enferma de amor y de pasión y que todo su afán era prodigar su cuerpo y su belleza que eran prodigiosos, a cuanto mancebo se lo solicitaba. Su verdadero nombre era Xtabay.
Muy cerca de la casa que ocupaba esta bellísima mujer, habitaba en otra casa bien hecha, limpia y arreglada continuamente, la consentida del pueblo que llamaban Utz-Colel, que en la traducción hispana sería mujer buena, mujer decente y limpia. Erase esta mujer la Utz-Colel, virtuosa y recta, honesta a carta cabal y jamás había cometido ningun dezlis ni el mínimo pecado amoroso.
La Xtabay tenía un corazón tan grande, como su belleza y su bondad la hacía socorrer a los humildes, amparar al necesitado, curar al enfermo y recoger a los animales que abandonaban por inútiles. Su grandeza de alma la llevaba hasta poblados lejanos a donde llegaba para auxiliar al enfermo y se despojaba de las joyas que le daban sus enamorados y hasta de sus finas vestiduras para cubrir la desnudez de los desheredados.
Jamás levantaba la cabeza en son altivo, nunca murmuró ni criticó a nadie y con absoluta humildad soportaba los insultos y humillaciones de las gentes.
En cambio bajo las ropas de la Ut-Colel se dibujaba la piel dañina de las serpientes, era fría, orgullosa, dura de corazón y nunca jamás socorría al enfermo y sentía repugnancia por el pobre.
Y ocurrió que un día las gentes odiosas del pueblo no vieron salir de su casa a la Xkeban y supusieron que andaba por los pueblos ofreciendo su cuerpo y sus pasiones indignas. Se contentaron de poder descansar de su ignominiosa presencia, pero transcurrieron días y más días y de pronto por todo el pueblo se esparció un fino aroma de flores, un perfume delicado y exquisito que lo invadía todo. Nadie se explicaba de dónde emanaba tan precioso aroma y así, buscando, fueron a dar a la casa de la Xteban a la que hallaron muerta, abandonada, sola.
Más lo extraordinario era que si la Xkeban no estaba acompañada de personas, varios animales cuidaban de su cuerpo del que brotaba aquel perfume que envolvía al pueblo.
Entrada la Utz-Colel dijo que esa era una vil mentira, ya que de un cuerpo corrupto y vil como el de la Xkeban, no podía emanar sino podredumbre y pestilencia, más que si tal cosa era como todos los vecinos, decían, debía ser cosa de los malos espíritus, del dios del mal que así continuaba provocando a los hombres.
Agregó la Utz-Colel que si de mujer tan mala y perversa escapaba en tal caso ese perfume, cuando ella muriera el perfume que escaparía de su cuerpo sería mucho más aromático y exquisito.
Más por compasión, por lástima y por su deber social, un grupo de gentes del poblado fue a enterrar a la Xkeban y cuéntase que el día siguiente, su tumba estaba cubierta de flores aromáticas y hermosas, tan tapizado estaba el túmulo que parecía como si una cascada de olorosas florecillas hasta entonces desconocidas en el Mayab, hubiera caído del cielo. La tumba de la Xkeban duró todo el tiempo florecida y olorosa.
Poco después murió la Utz-Colel y a su entierro acudió todo el pueblo que siempre había ponderado sus virtudes, su honestidad, su recogimiento y cantando y gritando que habia muerto virgen y pura, la enterraron con muchos lloros y mucha pena.
Entonces recordaron lo que había dicho en vida acerca de que al morir, su cadáver debería exhalar un perfume mucho mejor que el de la Xkeban, pero para asombro de todas las gentes que la creían buena y recta, comprobaron que a poco de enterrada comenzó a escapar de la tierra floja, todavía, un hedor insoportable, el olor nausabundo a cadáver putrefacto. Toda la gente se retiró asombrada.
En su idioma maya dicen los viejos que aún cuentan la historia con todos los detalles que debió ocurrir en la leyenda, que hoy la florecilla que naciera en la tumba de la pecadora Xkeban, es la actual flor Xtabentún que es una florecilla tan humilde y bella, que se da en forma silvestre en las cercas y caminos, entre las hojas buidas y tersas del agave. El jugo de esa florecilla embriaga muy agradablemente, como debió ser el amor embriagador y dulce de la Xkeban.
Tzacam, que es el nombre del cactus erizado de espinas y de mal olor por ambas cosas, intocable, es la flor que nació sobre la tumba de la Utz-Colel, es la florecilla si bien hermosa sin aroma alguna y a veces de olor desagradable, como era el carácter y la falsa virtud de la Utz-Colel.
Esto es lo que ha dicho el maya y lo sigue repitiendo a través del tiempo, sin cambiarlo, sin ponerle ni quitarle, como deben conservarse las cosas nuestras, intactas, con las mismas palabras con que nacieron en el mito, en la leyenda, en el alma de quienes tan dulcemente han tejido estas historias.
No es pues la Xtabay, la mujer mal que destruye a los hombres después de atraerlos con engaños al pie de las frondosas ceibas, pero puede ser otro de esos malos espíritus que rondan por la selva al acecho del peregrino que cruza los caminos aún poblados de superstición y de leyenda.
Puede ser el ama errante de una de tantas vírgenes sacrificadas a la orilla del cenote sagrado, puede ser la vaporosa figura de una mujer que llora el engaño del amado.
Pero la Xtabay, jamás.
Esto dicen las mayas, esto han contado y seguirán contando los hombres de esa tierra en donde conservan el ritual de un relato y defienden sus costumbres de una intromisión que aniquilo su cultura.
La Llorona
Los cuatros sacerdotes aguardaban espectantes.
Sus ojillos vivaces iban del cielo estrellado en donde señoreaba la gran luna blanca, al espejo argentino del lago de Texcoco, en donde las bandadas de patos silenciosos bajaban en busca de los gordos ajolotes.
Después confrontaban el movimiento de las constelaciones estelares para determinar la hora, con sus profundos conocimientos de la astronomía.
De pronto estalló el grito....
Era un alarido lastimoso, hiriente, sobrecogedor. Un sonido agudo como escapado de la garganta de una mujer en agonía. El grito se fue extendiendo sobre el agua, rebotando contra los montes y enroscándose en las alfardas y en los taludes de los templos, rebotó en el Gran Teocali dedicado al Dios Huitzilopochtli, que comenzara a construir Tizoc en 1481 para terminarlo Ahuizotl en 1502 si las crónicas antiguas han sido bien interpretadas y parecio quedar flotando en el maravilloso palacio del entonces Emperador Moctezuma Xocoyótzin.
-- Es Cihuacoatl! -- exclamó el más viejo de los cuatro sacerdotes que aguardaban el portento.
-- La Diosa ha salido de las aguas y bajado de la montaña para prevenirnos nuevamente --, agregó el otro interrogador de las estrellas y la noche.
Subieron al lugar más alto del templo y pudieron ver hacia el oriente una figura blanca, con el pelo peinado de tal modo que parecía llevar en la frente dos pequeños cornezuelos, arrastrando o flotando una cauda de tela tan vaporosa que jugueteaba con el fresco de la noche plenilunar.
Cuando se hubo opacado el grito y sus ecos se perdieron a lo lejos, por el rumbo del señorío de Texcocan todo quedó en silencio, sombras ominosas huyeron hacias las aguas hasta que el pavor fue roto por algo que los sacerdotes primero y después Fray Bernandino de Sahagún interpretaron de este modo:
"...Hijos míos... amados hijos del Anáhuac, vuestra destrucción está próxima...."
Venía otra sarta de lamentos igualmente dolorosos y conmovedores, para decir, cuando ya se alejaba hacia la colina que cubría las faldas de los montes:
"...A dónde iréis.... a dónde os podré llevar para que escapéis a tan funesto destino.... hijos míos, estáis a punto de perderos..."
Al oir estas palabras que más tarde comprobaron los augures, los cuatro sacerdotes estuvieron de acuerdo en que aquella fantasmal aparición que llenaba de terror a las gentes de la gran Tenochtitlán, era la misma Diosa Cihuacoatl, la deidad protectora de la raza, aquella buena madre que había heredado a los dioses para finalmentente depositar su poder y sabiduría en Tilpotoncátzin en ese tiempo poseedor de su dignidad sacerdotal.
El emperador Moctezuma Xocoyótzin se atuzó el bigote ralo que parecía escurrirle por la comisura de sus labios, se alisó con una mano la barba de pelos escasos y entrecanos y clavó sus ojillos vivaces aunque tímidos, en el viejo códice dibujado sobre la atezada superficie de amatl y que se guardaba en los archivos del imperio tal vez desde los tiempos de Itzcoatl y Tlacaelel.
El emperador Moctezuma, como todos los que no están iniciados en el conocimiento de la hierática escritura, sólo miraba con asombro los códices multicolores, hasta que los sacerdotes, después de hacer una reverencia, le interpretaron lo allí escrito.
---Señor, -- le dijeron --, estos viejos anuales nos hablan de que la Diosa Cihuacoatl aparecerá según el sexto pronóstico de los agoreros, para anunciarnos la destrucción de vuestro imperio.
Dicen aquí los sabios más sabios y más antiguos que nosotros, que hombres extraños vendrán por el Oriente y sojuzgarán a tu pueblo y a ti mismo y tú y los tuyos serán de muchos lloros y grandes penas y que tu raza desaparecerá devorada y nuestros dioses humillados por otros dioses más poderosos.
--- Dioses más poderosos que nuestro Dios Huitzilopochtli, y que el Gran Destructor Tezcatlipoca y que nuestros formidables dioses de la guerra y de la sangre? -- preguntó Moctezuma bajando la cabeza con temor y humildad.
--- Así lo dicen los sabios y los sacerdotes más sabios y más viejos que nosotros, señor. Por eso la Diosa Cihuacoatl vaga por el anáhuac lanzando lloros y arrastrando penas, gritando para que oigan quienes sepan oír, las desdichas que han de llegar muy pronto a vuestro Imperio.
Moctezuma guardó silencio y se quedó pensativo, hundido en su gran trono de alabastro y esmeraldas; entonces los cuatro sacerdotes volvieron a doblar los pasmosos códices y se retiraron también en silencio, para ir a depositar de nuevo en los archivos imperiales, aquello que dejaron escrito los más sabios y más viejos.
Por eso desde los tiempos de Chimalpopoca, Itzcoatl, Moctezuma, Ilhuicamina, Axayácatl, Tizoc y Ahuizotl, el fantasmal augur vagaba por entre los lagos y templos del Anáhuac, pregonando lo que iba a ocurrir a la entonces raza poderosa y avasalladora.
Al llegar los españoles e iniciada la conquista, según cuentan los cronistas de la época, una mujer igualmente vestida de blanco y con las negras crines de su pelo tremolando al viento de la noche, aparecía por el Sudoeste de la Capital de la Nueva España y tomando rumbo hacia el Oriente, cruzaba calles y plazuelas como al impulso del viento, deteniéndose ante las cruces, templos y cementerios y las imágenes iluminadas por lámparas votivas en pétreas ornacinas, para lanzar ese grito lastimero que hería el alma.
-----Aaaaaaaay mis hijos.......Aaaaaaay aaaaaaay!---- El lamento se repetía tantas veces como horas tenía la noche la madrugada en que la dama de vestiduras vaporosas jugueteando al viento, se detenía en la Plaza Mayor y mirando hacia la Catedral musitaba una larga y doliente oración, para volver a levantarse, lanzar de nuevo su lamento y desaparecer sobre el lago, que entonces llegaba hasta las goteras de la Ciudad y cerca de la traza.
Jamás hubo valiente que osara interrrogarla. Todos convinieron en que se trataba de un fantasma errabundo que penaba por un desdichado amor, bifurcando en mil historias los motivos de esta aparición que se transplantó a la época colonial.
Los románticos dijeron que era una pobre mujer engañada, otros que una amante abandonada con hijos, hubo que bordaron la consabida trama de un noble que engaña y que abandona a una hermosa mujer sin linaje.
Lo cierto es que desde entonces se le bautizó como "La llorona", debido al desgarrador lamento que lanzaba por las calles de la Capital de Nueva España y que por muchos lustros constituyó el más grande temor callejero, pues toda la gente evitaba salir de su casa y menos recorrer las penumbrosas callejas coloniales cuando ya se había dado el toque de queda.
Muchos timoratos se quedaron locos y jamás olvidaron la horrible visión de "La llorona" hombres y mujeres "se iban de las aguas" y cientos y cientos enfermaron de espanto.
Poco a poco y al paso de los años, la leyende de La Llorona, rebautizada con otros nombres, según la región en donde se aseguraba que era vista, fue tomando otras nacionalidades y su presencia se detectó en el Sur de nuestra insólita América en donde se asegura que todavía aparece fantasmal, enfundada en su traje vaporoso, lanzando al aire su terrífico alarido, vadeando ríos, cruzando arroyos, subiendo colinas y vagando por cimas y montañas.
La Casa del Trueno
(Leyenda Totonaca)
Cuentan los viejos que entre Totomoxtle y Coatzintlali existía una caverna en cuyo interior los antiguos sacerdotes habían levantado un templo dedicado al Dios del Trueno, de la lluvia y de las aguas de los ríos. Eran tiempos en los que aún no llegaban los hispanos ni las portentosas razas, conocidas hoy como totonacas, que poblaron el lugar de Veracruz que después llamaron Totonacan. Y siete sacerdotes se reunían cada tiempo en que era menester cultivar la tierra y sembrar las semillas y cosechar los frutos, siete veces invocaban a las deidades de esos tiempos y gritaban entonaban cánticos a los cuatro vientos o sea hacia los cuatro puntos cardinales, porque según las cuentas esotéricas de esos sacerdotes, cuatro por siete eran 28 y ventiocho días componen el ciclo lunar.
Siguen diciendo las viejas crónicas que se han convertido en asombrosas leyendas, que esos viejos sacerdotes hacían sonar el gran tambor del trueno y arrastraban cueros secos de los animales por todo el ámbito de la caverna y lanzaban flechas encendidas al cielo. Y poco después atronaban el espacio furiosos truenos y los relámpagos cegaban a los animales de la selva y a las especies acuáticas que moraban en los ríos.
Llovía a torrentes y la tempestad rugía sobre la cueva durante muchos días y muchas noches y había veces en que los ríos Huitizilac y el de las mariposas, Papaloapan, se desbordaban cubriendo de agua y limo las riberas y causando inmensos desastres. Ycuanto mas arrastraban los cueros mayor era el ruido que producian los torrentes y cuanto más se golpeaba el gran tambor ceremonial, mayor era el ruido de los truenos cuanto más relámpagos significaba mayor número de flechas incendiarias.
Pasaron los siglos...
Y un día arribaron al lugar grupos de gentes ataviadas de un modo singular, trayendo consigo otras costumbres, y otras leyes y otras religiones. Se decían venidos de otras tierras allende el gran mar de turquesas (Golfo de México) y tanto hombres, como mujeres y niños, tenían la característica de estar siempre sonriendo como si fueran los seres más felices de la tierra y tal vez esa alegría se debía a que después de haber sufrido mil penurias en las aguas borrrascosas de un mar en convulsión habían por fin llegado a las costas tropicales, donde había de todo, así frutos como animales de caza, agua y clima hermoso.
Se asentaron en ese lugar al que dieron por nombre, en su lengua Totonacan y ellos mismos se dijeron totonacas.
Pero los sacerdotes, los siete sacerdotes de la caverna del trueno no estuvieron conformes con aquella invasión de los extranjeros que traían consigo una gran cultura y se fueron a la cueva a producir truenos, relámpagos, rayos y lluvias y torrenciales aguaceros con el fin de amendrantarlos.
En los antiguos registros que los milenios han borrado, se dice que llovió mucho y durante varios días y sus noches, hasta que alguien se dió cuentra de que esas tempestades las provocaban los siete hechiceros, los siete sacerdotes de la caverna de los truenos.
No siendo amigos de la violencia, los totonacas los embarcaron en un pequeño bajel y dotándoles de provisiones y agua los lanzaron al mar de las turquesas en donde se perdieron para siempre.
Pero ahora era preciso dominar a esos dioses del trueno y de las lluvias para evitar el desastre del pueblo totonaca recién asentado y para el efecto se reunieron los sabios y los sacerdotes y gentes principales y decidieron que nada podría hacerse contra esas fuerzas que hoy llamos sencillamente naturales y que sería mejor rendirles culto y pleitesía, adorar a esos dioses y rogarles fueran magnánimos con ese pueblo que acababa de escapar de un monstruoso desastre.
Y en ese mismo lugar en donde había el templo y la caverna y se ejercía el culto al Dios del trueno, los totonacas u hombres sonrientes levantaron el asombroso templo del Tajín, que en su propia lengua quiere decir lugar de las tempestades. Y no sólo se rindió culto al Dios del Trueno sino que se le imploró durante 365 días, como número de nichos tiene este pasmoso monumento invocando el buen tiempo en cierta época del año y la lluvia, cuando es menester fertilizar las sementeras.
Hoy se levanta este maravilloso templo conocido en todo el mundo como pirámide o templó de El tajín en donde curiosamente parecen generarse las tempestades y los truenos y las lluvias torrenciales.
Así nació la pirámide de El Tajín, levantada con veneración y respeto al Dios del Trueno, adorado por aquellas gentes que vivieron mucho antes de la llegada de los extranjeros, mucho antes de la llegada de los totonacas, cuando el mundo parecía comenzar a existir.
Nota: Los Totonacas eran indígenas que ocupaban el territorio de Veracruz.
La leyenda del maíz
Cuentan que antes de la llegada de Quetzalcóatl, los aztecas sólo comían raíces y animales que cazaban.
No tenían maíz, pues este cereal tan alimenticio para ellos, estaba escondido detrás de las montañas.
Los antiguos dioses intentaron separar las montañas con su colosal fuerza pero no lo lograron.
Los aztecas fueron a plantearle este problema a Quetzalcóatl.
-Yo se los traeré- les respondió el dios.
Quetzalcóatl, el poderoso dios, no se esforzó en vano en separar las montañas con su fuerza, sino que empleó su astucia.
Se transformó en una hormiga negra y acompañado de una hormiga roja, marchó a las montañas.
El camino estuvo lleno de dificultades, pero Quetzalcóatl las superó, pensando solamente en su pueblo y sus necesidades de alimentación. Hizo grandes esfuerzos y no se dio por vencido ante el cansancio y las dificultades.
Quetzalcóatl llegó hasta donde estaba el maíz, y como estaba trasformado en hormiga, tomó un grano maduro entre sus mandíbulas y emprendió el regreso. Al llegar entregó el prometido grano de maíz a los hambrientos indígenas.
Los aztecas plantaron la semilla. Obtuvieron así el maíz que desde entonces sembraron y cosecharon.
El preciado grano, aumentó sus riquezas, y se volvieron más fuertes, construyeron ciudades, palacios, templos...Y desde entonces vivieron felices.
Y a partir de ese momento, los aztecas veneraron al generoso Quetzalcóatl, el dios amigo de los hombres, el dios que les trajo el maíz.
Nota: El significado del nombre Quetzalcóatl es Serpiente Emplumada.
La boda de la xdzunuúm
Leyenda Maya
Una mañana llena de sol, la colibrí, o xdzunuúm que es su nombre en lengua maya, estaba parada sobre la rama de una ceiba y lloraba al contemplar su pequeño nido a medio hacer. Y es que a pesar de que llevaba días buscando materiales para construir su casa, sólo había encontrado unas cuantas ramas y hojas que no le alcanzaban. La xdzunuúm quería acabar su nido pronto, pues ahí viviría cuando se casara, pero era muy pobre y cada vez le parecía más difícil terminar su hogar y poder organizar su boda.
La xdzunuúm era tan pequeña que su llanto apenas se escuchaba; la única en oírlo fue la xkokolché, quien voló de rama en rama hasta encontrar a la triste pajarita. Al verla, le preguntó:
—¿Qué te pasa, amiga xdzunuúm?
—¡Ay! Mi pena es muy grande —sollozó más fuerte la xdzunuúm.
—Cuéntamela, tal vez yo pueda ayudarte —dijo la xkokolché.
—¡No! Nadie puede remediar mi dolor —chilló la xdzunuúm.
—Ándale, platícame qué tienes —insistió la xkokolché.
—Bueno —accedió la xdzunuúm—. Fíjate que me quiero casar, pero mi novio y yo somos tan pobres que no tenemos nido ni podemos hacer la fiesta.
—¡Uy! Eso sí que es un problema, porque yo soy pobre también —respondió la xkokolché.
—¿Lo ves? Te lo dije, nadie me puede ayudar —gritó la xdzunuúm.
—No llores, espérate, ahorita se me ocurre algo —aseguró la xkokolché.
Las dos aves pensaron un rato; desesperada, la xdzunuúm ya iba a llorar de nuevo, cuando la xkokolché tuvo una idea:
—Mira, tú y yo solas no vamos a poder con la boda. Tenemos que llamar a otros animales para que nos ayuden.
Apenas acabó de hablar, la xkokolché entonó una canción en maya, que decía así:
U tul chichan chiich, u kat socobel, ma tu patal xun, minaan y nuucul.
De esta forma, la xkokolché contaba que una pajarita se quería casar, pero no tenía recursos para hacerlo. Luego repitió la canción; como su voz era tan dulce, algunos animales y hasta el agua y los árboles se acercaron a escucharla. Cuando ella los vio muy atentos a sus palabras, les pidió ayuda con este canto:
Minaan u xbakal, minaan u nokil, minaan u xanbil, minaan u xacheil, minaan u neeneíl, minaan u chu-cí, minaan u necteíl.
Con esas palabras, la xkokolché les explicaba:
No tiene el collar, no tiene el vestido, no tiene los zapatos, no tiene el peine, no tiene el espejo, no tiene los dulces, no tiene las flores.
Mientras la xkokolché cantaba, la xdzunuúm derramaba gruesos lagrimones. Así, entre las dos lograron que todos los presentes quisieran ayudar. Por un momento, se quedaron callados, luego, se escucharon varias voces:
—Que se haga la boda, yo daré el collar —dijo el ave xomxaníl, dispuesta a prestar el adorno amarillo que tenía en el pecho.
—Que se haga la boda, yo daré el vestido —ofreció la araña y empezó a tejer una tela muy fina para vestir a la novia.
—Que se haga la boda, yo daré los zapatos —aseguró el venado.
—Que se haga la boda, yo daré el peine —prometió la iguana y se quitó algunas púas de las que cubren su lomo.
—Que se haga la boda, yo daré el espejo —afirmó el cenote, pues su agua era tan cristalina que en ella podría contemplarse la novia.
—Que se haga la boda, yo daré los dulces —se comprometió la abeja y se fue a traer la miel de su panal.
Con eso, ya estaba listo lo necesario para la boda. La xdzunuúm lloró de nuevo, pero ahora de alegría. Luego, voló a buscar al novio y le dijo que ya podían casarse. A los pocos días, se celebró una gran boda, y por supuesto, la xkokolché fue la madrina. En la fiesta hubo de todo, porque los invitados llevaron muchos regalos. Desde entonces, la xdzunuúm dejó de lamentar su pobreza, pues supo que contaba con grandes amigos en el mundo maya.
La piel del venado
Leyenda Maya
Los mayas cuentan que hubo una época en la cual la piel del venado era distinta a como hoy la conocemos. En ese tiempo, tenía un color muy claro, por eso el venado podía verse con mucha facilidad desde cualquier parte del monte. Gracias a ello, era presa fácil para los cazadores, quienes apreciaban mucho el sabor de su carne y la resistencia de su piel, que usaban en la construcción de escudos para los guerreros. Por esas razones, el venado era muy perseguido y estuvo a punto de desaparecer de El Mayab.
Pero un día, un pequeño venado bebía agua cuando escuchó voces extrañas; al voltear vio que era un grupo de cazadores que disparaban sus flechas contra él. Muy asustado, el cervatillo corrió tan veloz como se lo permitían sus patas, pero sus perseguidores casi lo atrapaban. Justo cuando una flecha iba a herirlo, resbaló y cayó dentro de una cueva oculta por matorrales.
En esta cueva vivían tres genios buenos, quienes escucharon al venado quejarse, ya que se había lastimado una pata al caer. Compadecidos por el sufrimiento del animal, los genios aliviaron sus heridas y le permitieron esconderse unos días. El cervatillo estaba muy agradecido y no se cansaba de lamer las manos de sus protectores, así que los genios le tomaron cariño.
En unos días, el animal sanó y ya podía irse de la cueva. Se despidió de los tres genios, pero antes de que se fuera, uno de ellos le dijo:
—¡Espera! No te vayas aún; queremos concederte un don, pídenos lo que más desees.
El cervatillo lo pensó un rato y después les dijo con seriedad:
—Lo que más deseo es que los venados estemos protegidos de los hombres, ¿ustedes pueden ayudarme?
—Claro que sí —aseguraron los genios. Luego, lo acompañaron fuera de la cueva. Entonces uno de los genios tomó un poco de tierra y la echó sobre la piel del venado, al mismo tiempo que otro de ellos le pidió al sol que sus rayos cambiaran de color al animal. Poco a poco, la piel del cervatillo dejó de ser clara y se llenó de manchas, hasta que tuvo el mismo tono que la tierra que cubre el suelo de El Mayab. En ese momento, el tercer genio dijo:
—A partir de hoy, la piel de los venados tendrá el color de nuestra tierra y con ella será confundida. Así los venados se ocultarán de los cazadores, pero si un día están en peligro, podrán entrar a lo más profundo de las cuevas, allí nadie los encontrará.
El cervatillo agradeció a los genios el favor que le hicieron y corrió a darles la noticia a sus compañeros. Desde ese día, la piel del venado representa a El Mayab: su color es el de la tierra y las manchas que la cubren son como la entrada de las cuevas. Todavía hoy, los venados sienten gratitud hacia los genios, pues por el don que les dieron muchos de ellos lograron escapar de los cazadores y todavía habitan la tierra de los mayas.
Los Aluxe
Leyenda Maya
Nos encontrábamos en el campo yermo donde iba a hacerse una siembra. Era un terreno que abarcaba unos montículos de ruinas tal vez ignoradas. Caía la noche y con ella el canto de la soledad. Nos guarecimos en una cueva de piedra, y para bajar utilizamos una soga y un palo grueso que estaba hincado en el piso de la cueva.
La comida que llevamos nos la repartimos. ¿Qué hacía allá?, puede pensar el lector. Trataba de cerciorarme de lo que veían miles de ojos hechizados por la fantasía. Trataba de ver a esos seres fantásticos que según la leyenda habitaban en los cuyo (montículos de ruinas) y sementeras: Los ALUXES.
Me acompañaba un ancianito agricultor de apellido May. La noche avanzaba...De pronto May tomó la Palabra y me dijo:
-Puede que logre esta milpa que voy a sembrar.
-¿Por qué no ha de lograrla?, pregunté.
-Porque estos terrenos son de los aluxes. Siempre se les ve por aquí.
¿Está seguro que esta noche vendrán?
Seguro, me respondió.
-¡Cuántos deseos tengo de ver a esos seres maravillosos que tanta influencia ejercen sobre ustedes! Y dígame, señor may ¿usted les ha visto?
-Explíqueme, cómo son, qué hacen.
El ancianito, asumiendo un aire de importancia, me dijo:
-Por las noches, cuanto todos duermen, ellos dejan sus escondites y recorren los campos; son seres de estatura baja, niños, pequeños, pequeñitos, que suben, bajan, tiran piedras, hacen maldades, se roban el fuego y molestan con sus pisadas y juegos. Cuando el humano despierta y trata de salir, ellos se alejan, unas veces por pares, otras en tropel. Pero cuando el fuego es vivo y chispea, ellos le forman rueda y bailan en su derredor; un pequeño ruido les hace huir y esconderse, para salir luego y alborotar más. No son seres malos. Si se les trata bien, corresponden.
-¿Qué beneficio hacen?
-Alejan los malos vientos y persiguen las plagas. Si se les trata mal, tratan mal, y la milpa no da nada, pues por las noche roban la semilla que se esparce de día, o bailan sobre las matitas que comienzan a salir. Nosotros les queremos bien y le regalamos con comida y cigarrillos. Pero hagamos silencio para ver si usted logra verlos.
El anciano salió, asiéndose a la soga, y yo tras él, entonces vi que avivaba el fuego y colocaba una jicarita de miel, pozole cigarrillos, etc., y volvió a la cueva. Yo me acurruqué en el fondo cómodamente. La noche era espléndida, noche plenilunar.
Transcurridas unas horas, cuando empezaba a llegarme el sueño, oí un ruido que me sobresaltó. Era el rumor de unos pasitos sobre la tierra de la cueva: Luego, ruido de pedradas, carreras, saltos, que en el silencio de la noche se hacían más claros.
Los xocoyoles
Leyenda náhualt
Cuentan los que vivieron hace mucho tiempo, que había un hombre que no creía en la palabra de sus antepasados. Le contaban que al caer una tormenta con truenos y relámpagos salían unos niños llamados xocoyoles.
Los xocoyoles son los niños que mueren al nacer o antes de ser bautizados. A esos niños les salen alas y aparecen sentados encima de los cerros y los peñascos.
Cuentan que esos pequeñitos hacían distintos trabajos: unos regaban agua con grandes cántaros para que lloviera sobre la tierra; otros hacían granizo y lo regaban como si fueran maicitos; otros hacían truenos y relámpagos con unos mecates. Por eso oímos ruidos tan fuertes y nos espantamos.
Pero el hombre no creía. Un día, después de una gran tempestad, se fue a cortar leña a un cerro de ocotes. Cuando llegó vio a un niño desnudo, que tenía dos alas, atorado en la rama de un ocote.
El hombre se sorprendió, sobre todo cuando el niño le dijo:
- Si me das mi mecate que está tirado en el suelo, te cortaré toda la leña que salga de este ocote.
- ¿En verdad lo harás? - le preguntó el hombre.
- Sí, en verdad lo haré.
Como pudo, fue uniendo varios palos. Al terminar puso el mecate en la punta y se lo dio. Cuando el niño tuvo el mecate en sus manos, le dijo al hombre que se fuera y regresara al día siguiente a recoger su leña. El hombre se fue y el xocoyol comenzó a hacer rayos y relámpagos. EL ocote se rompió y se hizo leña. Cuando el niño terminó su trabajo se fue volando al cielo a alcanzar a sus hermanos xocoyoles.
Al día siguiente el hombre llegó al bosque y vio mucha leña amontonada; buscó al xocoyol y no lo encontró por ningún lado.
A partir de ese día comenzó a creer lo que le decían sus abuelos.
La Leyenda de los Volcanes
Las huestes del Imperio azteca regresaban de la guerra.
Pero no sonaban ni los teponaxtles ni las caracolas, ni el huéhuetl hacía rebotar sus percusiones en las calles y en los templos. Tampoco las chirimías esparcían su aflautado tono en el vasto valle del Anáhuac y sobre el verdiazul espejeante de los cinco lagos (Chalco, Xochimilco, Texcoco, Ecatepec y Tzompanco) se reflejaba un menguado ejército en derrota. El caballero águila, el caballero tigre y el que se decía capitán coyote traían sus rodelas rotas y los penachos destrozados y las ropas tremolando al viento en jirones ensangrentados.
Allá en los cúes y en las fortalezas de paso estaban apagados los braseros y vacíos de tlecáxitl que era el sahumerio ceremonial, los enormes pebeteros de barro con la horrible figura de Texcatlipoca el dios cojo de la guerra. Los estandares recogidos y el consejo de los Yopica que eran los viejos y sabios maestros del arte de la estrategia, aguardaban ansiosos la llegada de los guerreros para oír de sus propios labios la explicación de su vergonzosa derrota.
Hacía largo tiempo que un grande y bien armando contingente de guerreros aztecas había salido en son de conquista a las tierras del Sur, allá en donde moraban los Ulmecas, los Xicalanca, los Zapotecas y los Vixtotis a quienes era preciso ungir al ya enorme señorío del Anáhuac. Dos ciclos lunares habían transcurrido y se pensaba ya en un asentamiento de conquista, sin embargo ahora regresaban los guerreros abatidos y llenos de vergüenza.
Durante dos lunas habían luchado con denuedo, sin dar ni pedir tregua alguna, pero a pesar de su valiente lucha y sus conocimientos de guerra aprendidos en el Calmecac, que era así llamada la Academia de la Guerra, volvían diezmados, con las mazas rotas, las macanas desdentadas, maltrechos los escudos aunque ensangrentados con la sangre de sus enemigos.
Venía al frente de esta hueste triste y desencantada, un guerrero azteca que a pesar de las desgarraduras de sus ropas y del revuelto penacho de plumas multicolores, conservaba su gallardía, su altivez y el orgullo de su estirpe.
Ocultaban los hombres sus rostros embijados y las mujeres lloraban y corrían a esconder a sus hijos para que no fueran testigos de aque retorno deshonroso.
Sólo una mujer no lloraba, atónita miraba con asombro al bizarro guerrero azteca que con su talante altivo y ojo sereno quería demostrar que había luchado y perdido en buena lid contra un abrumador número de hombres de las razas del Sur.
La mujer palideció y su rostro se tornó blanco como el lirio de los lagos, al sentir la mirada del guerrero azteca que clavó en ella sus ojos vivaces, oscuros. Y Xochiquétzal, que así se llamaba la mujer y que quiere decir hermosa flor, sintió que se marchitaba de improviso, porque aquel guerrero azteca era su amado y le había jurado amor eterno.
Se revolvió furiosa Xichoquétzal para ver con odio profundo al tlaxcalteca que la había hecho su esposa una semana antes, jurándole y llenándola de engaños diciéndole que el guerrero azteca, su dulce amado, había caído muerto en la guerra contra los zapotecas.
--¡Me has mentido, hombre vil y más ponzoñoso que el mismo Tzompetlácatl, - que así se llama el escorpión-; me has engañado para poder casarte conmigo. Pero yo no te amo porque siempre lo he amado a él y él ha regresado y seguiré amándolo para simpre!
Xochiquétzal lanzó mil denuestos contra el falaz tlaxcalteca y levantando la orla de su huipil echó a correr por la llanura, gimiendo su intensa desventura de amor.
Su grácil figura se reflejaba sobre las irisadas superficies de las aguas del gran lago de Texcoco, cuando el guerrero azteca se volvió para mirarla. Y la vio correr seguida del marido y pudo comprobar que ella huía despavorida. Entonces apretó con furia el puño de la macana y separándose de las filas de guerreros humillados se lanzó en seguimiento de los dos.
Pocos pasos separaban ya a la hermosa Xochiquétzal del marido despreciable cuando les dio alcance el guerrero azteca.
No hubo ningún intercambio de palabras porque toda palabra y razón sobraba allí. El tlaxcalteca extrajo el venablo que ocultaba bajo la tilma y el azteca esgrimió su macana dentada, incrustada de dientes de jaguar y de Coyámetl que así se llamaba al jabalí.
Chocaron el amor y la mentira.
El venablo con erizada punta de pedernal buscaba el pecho del guerrero y el azteca mandaba furioso golpes de macana en dirección del cráneo de quien le había robado a su amada haciendo uso de arteras engañifas.
Y así se fueron yendo, alejándose del valle, cruzando en la más ruda pelea entre lagunas donde saltaban los ajolotes y las xochócatl que son las ranitas verdes de las orillas limosas.
Mucho tiempo duró aquél duelo.
El tlaxcalteca defendiendo a su mujer y a su mentira.
El azteca el amor de la mujer a quien amaba y por quien tuvo arrestros para regresar vivo al Anáhuac.
Al fin, ya casi al atardecer, el azteca pudo herir de muerte al tlaxcalteca quien huyó hacia su país, hacia su tierra tal vez en busca de ayuda para vengarse del azteca.
El vencedor por el amor y la verdad regresó buscando a su amada Xochiquétzal.
Y la encontró tendida para siempre, muerta a la mitad del valle, porque una mujer que amó como ella no podía vivir soportando la pena y la vergüenza de haber sido de otro hombre, cuando en realidad amaba al dueño de su ser y le había jurado fidelidad eterna.
El guerrero azteca se arrodilló a su lado y lloró con los ojos y con el alma. Y cortó maravillas y flores de xoxocotzin con las cuales cubrió el cuerpo inanimado de la hermosa Xochiquétzal. Corono sus sienes con las fragantes flores de Yoloxóchitl que es la flor del corazón y trajo un incensario en donde quemó copal. Llegó el zenzontle también llamado Zenzontletole, porque imita las voces de otros pajarillos y quiere decir 400 trinos, pues cuatrocientos tonos de cantos dulces lanza esta avecilla.
Por el cielo en nubarrones cruzó Tlahuelpoch, que es el mensajero de la muerte.
Y cuenta la leyenda que en un momento dado se estremeció la tierra y el relámpago atronó el espacio y ocurrió un cataclismo del que no hablaban las tradiciones orales de los Tlachiques que son los viejos sabios y adivinos, ni los tlacuilos habían inscrito en sus pasmosos códices. Todo tembló y se anubló la tierra y cayeron piedras de fuego sobre los cinco lagos, el cielo se hizo tenebroso y las gentes del Anáhuac se llenaron de pavura.
Al amanecer estaban allí, donde antes era valle, dos montañas nevadas, una que tenía la forma inconfundible de una mujer recostada sobre un túmulo de flores blancas y otra alta y elevada adoptando la figura de un guerrero azteca arrodillado junto a los pies nevados de una impresionante escultura de hielo.
Las flores de las alturas que llamaban Tepexóchitl por crecer en las montañas y entre los pinares, junto con el aljófar mañanero, cubrieron de blanco sudario las faldas de la muerta y pusieron alba blancura de nieve hermosa en sus senos y en sus muslos y la cubrieron toda de armiño.
Desde entonces, esos dos volcanes que hoy vigilan el hermoso valle del Anáhuac, tuvieron por nombres Iztaccihuatl que quiere decir mujer dormida y Popocatepetl, que se traduce por montaña que humea, ya que a veces suele escapar humo del inmenso pebetero.
En cuanto al cobarde engañador tlaxcalteca, según dice también esta leyenda, fue a morir desorientado muy cerca de su tierra y también se hizo montaña y se cubrió de nieve y le pusieron por nombre Poyauteclat, que quiere decir Señor Crepuscular y posteriormente Citlaltepetl o cerro de la estrella y que desde allá lejos vigila el sueño eterno de los dos amantes a quienes nunca podrá ya separar.
Eran los tiempos en que se adoraba al dios Coyote y al Dios Colibrí y en el panteón azteca las montañas eran dioses y recibían tributos de flores y de cantos, porque de sus faldas escurre el agua que vivifica y fertiliza los campos.
Durante muchos años y poco antes de la conquista, las doncellas muertas en amores desdichados o por mal de amor, eran sepultadas en las faldas de Iztaccihuatl, de Xochiquétzal, la mujer que murió de pena y de amor y que hoy yace convertida en nívea montaña de perenne armiño.
Leyenda de los Temblores
Por estas tierras se cuenta que, hace mucho tiempo, hubo una serpiente de colores, brillante y larga.
Era de cascabel y para avanzar arrastraba su cuerpo como una víbora cualquiera. Pero tenía algo que la hacía distinta a las demás: una cola de manantial, una cola de agua transparente.
Sssh sssh... la serpiente avanzaba. Sssh sssh... la serpiente de colores recorría la tierra. Sssh sssh... la serpiente parecía un arcoiris juguetón, cuando sonaba su cola de maraca. Sssh sssh...
Dicen los abuelos que donde quiera que pasaba dejaba algún bien, alguna alegría sobre la tierra.
Sssh sssh... ahí iba por montes y llanos, mojando todo lo que hallaba a su paso. Sssh sssh... ahí iba por montes y llanos, dándoles de beber a los plantíos, a los árboles y a las flores silvestres. Sssh sssh... ahí iba por el mundo, mojando todo, regando todo, dándole de beber a todo lo que encontraba a su paso.
Hubo un día en el que los hombres pelearon por primera vez. Y la serpiente desapareció. Entonces hubo sequía en la tierra.
Hubo otro día en el que los hombres dejaron de pelear. Y la serpiente volvió a aparecer. Se acabó la sequía, volvió a florecer todo. Del corazón de la tierra salieron frutos y del corazón de los hombres brotaron cantos.
Pero todavía hubo otro día en el que los hombres armaron una discusión grande, que terminó en pelea. Esa pelea duró años y años. Fue entonces cuando la serpiente desapareció para siempre.
Cuenta la leyenda que no desapareció, sino que se fue a vivir al fondo de la tierra y que ahí sigue. Pero, de vez en cuando, sale y se asoma. Al mover su cuerpo sacude la tierra, abre grietas y asoma la cabeza. Como ve que los hombres siguen en su pelea, sssh... ella se va. Sssh sssh... ella regresa al fondo de la tierra. Sssh sssh... ella hace temblar... ella desaparece.
Versión de Antonio Ramírez Granados.
El pájaro dziú
Leyenda Maya
Cuentan por ahí, que una mañana, Chaac, el Señor de la Lluvia, sintió deseos de pasear y quiso recorrer los campos de El Mayab. Chaac salió muy contento, seguro de que encontraría los cultivos fuertes y crecidos, pero apenas llegó a verlos, su sorpresa fue muy grande, pues se encontró con que las plantas estaban débiles y la tierra seca y gastada. Al darse cuenta de que las cosechas serían muy pobres, Chaac se preocupó mucho. Luego de pensar un rato, encontró una solución: quemar todos los cultivos, así la tierra recuperaría su riqueza y las nuevas siembras serían buenas.
Después de tomar esa decisión, Chaac le pidió a uno de sus sirvientes que llamara a todos los pájaros de El Mayab. El primero en llegar fue el dziú, un pájaro con plumas de colores y ojos cafés. Apenas se acomodaba en una rama cuando llegó a toda prisa el toh, un pájaro negro cuyo mayor atractivo era su larga cola llena de hermosas plumas. El toh se puso al frente, donde todos pudieran verlo.
Poco a poco se reunieron las demás aves, entonces Chaac les dijo:
—Las mandé llamar porque necesito hacerles un encargo tan importante, que de él depende la existencia de la vida. Muy pronto quemaré los campos y quiero que ustedes salven las semillas de todas las plantas, ya que esa es la única manera de sembrarlas de nuevo para que haya mejores cosechas en el futuro. Confío en ustedes; váyanse pronto, porque el fuego está por comenzar.
En cuanto Chaac terminó de hablar el pájaro dziú pensó:
—Voy a buscar la semilla del maíz; yo creo que es una de las más importantes para que haya vida.
Y mientras, el pájaro toh se dijo:
—Tengo que salvar la semilla del maíz, todos me van a tener envidia si la encuentro yo primero.
Así, los dos pájaros iban a salir casi al mismo tiempo, pero el toh vio al dziú y quiso adelantarse; entonces se atravesó en su camino y lo empujó para irse él primero. Al dziú no le importó y se fue con calma, pero muy decidido a lograr su objetivo.
El toh voló tan rápido, que en poco tiempo ya les llevaba mucha ventaja a sus compañeros. Ya casi llegaba a los campos, pero se sintió muy cansado y se dijo:
—Voy a descansar un rato. Al fin que ya voy a llegar y los demás todavía han de venir lejos.
Entonces, el toh se acostó en una vereda. Según él sólo iba a descansar mas se durmió sin querer, así que ni cuenta se dio de que ya empezaba a anochecer y menos de que su cola había quedado atravesada en el camino. El toh ya estaba bien dormido, cuando muchas aves que no podían volar pasaron por allí y como el pájaro no se veía en la oscuridad, le pisaron la cola.
Al sentir los pisotones, el toh despertó, y cuál sería su sorpresa al ver que en su cola sólo quedaba una pluma. Ni idea tenía de lo que había pasado, pero pensó en ir por la semilla del maíz para que las aves vieran su valor y no se fijaran en su cola pelona.
Mientras tanto, los demás pájaros ya habían llegado a los cultivos. La mayoría tomó la semilla que le quedaba más cerca, porque el incendio era muy intenso. Ya casi las habían salvado todas, sólo faltaba la del maíz. El dziú volaba desesperado en busca de los maizales, pero había tanto humo que no lograba verlos. En eso, llegó el toh, mas cuando vio las enormes llamas, se olvidó del maíz y decidió tomar una semilla que no ofreciera tanto peligro. Entonces, voló hasta la planta del tomate verde, donde el fuego aún no era muy intenso y salvó las semillas.
En cambio, al dziú no le importó que el fuego le quemara las alas; por fin halló los maizales, y con gran valentía, fue hasta ellos y tomó en su pico unos granos de maíz.
El toh no pudo menos que admirar la valentía del dziú y se acercó a felicitarlo. Entonces, los dos pájaros se dieron cuenta que habían cambiado: los ojos del toh ya no eran negros, sino verdes como el tomate que salvó, y al dziú le quedaron las alas grises y los ojos rojos, pues se acercó demasiado al fuego.
Chaac y las aves supieron reconocer la hazaña del dziú, por lo que se reunieron para buscar la manera de premiarlo. Y fue precisamente el toh, avergonzado por su conducta, quien propuso que se le diera al dziú un derecho especial:
—Ya que el dziú hizo algo por nosotros, ahora debemos hacer algo por él. Yo propongo que a partir de hoy, pueda poner sus huevos en el nido de cualquier pájaro y que prometamos cuidarlos como si fueran nuestros.
Las aves aceptaron y desde entonces, el dziú no se preocupa de hacer su hogar ni de cuidar a sus crías. Sólo grita su nombre cuando elige un nido y los pájaros miran si acaso fue el suyo el escogido, dispuestos a cumplir su promesa.
El chom
Leyenda Maya
Cuenta la leyenda que en Uxmal, una de las ciudades más importantes de El Mayab, vivió un rey al que le gustaban mucho las fiestas. Un día, se le ocurrió organizar un gran festejo en su palacio para honrar al Señor de la Vida, llamado Hunab ku, y agradecerle por todos los dones que había dado a su pueblo.
El rey de Uxmal ordenó con mucha anticipación los preparativos para la fiesta. Además invitó a príncipes, sacerdotes y guerreros de los reinos vecinos, seguro de que su festejo sería mejor que cualquier otro y que todos lo envidiarían después. Así, estuvo pendiente de que su palacio se adornara con las más raras flores, además de que se prepararan deliciosos platillos con carnes de venado y pavo del monte. Y no podía faltar el balché, un licor embriagante que le encantaría a los invitados.
Por fin llegó el día de la fiesta. El rey de Uxmal se vistió con su traje de mayor lujo y se cubrió con finas joyas; luego, se asomó a la terraza de su palacio y desde allí contempló con satisfacción su ciudad, que se veía más bella que nunca. Entonces se le ocurrió que ese era un buen lugar para que la comida fuera servida, pues desde allí todos los invitados podrían contemplar su reino. El rey de Uxmal ordenó a sus sirvientes que llevaran mesas hasta la terraza y las adornaran con flores y palmas. Mientras tanto, fue a recibir a sus invitados, que usaban sus mejores trajes para la ocasión.
Los sirvientes tuvieron listas las mesas rápidamente, pues sabían que el rey estaba ansioso por ofrecer la comida a los presentes. Cuando todo quedó acomodado de la manera más bonita, dejaron sola la comida y entraron al palacio para llamar a los invitados.
Ese fue un gran error, porque no se dieron cuenta de que sobre la terraza del palacio volaban unos zopilotes, o chom, como se les llama en lengua maya. En ese entonces, estos pájaros tenían plumaje de colores y elegantes rizos en la cabeza. Además, eran muy tragones y al ver tanta comida se les antojó. Por eso estuvieron un rato dando vueltas alrededor de la terraza y al ver que la comida se quedó sola, los chom volaron hasta la terraza y en unos minutos se la comieron toda.
Justo en ese momento, el rey de Uxmal salió a la terraza junto con sus invitados. El monarca se puso pálido al ver a los pájaros saborearse el banquete.
Enojadísimo, el rey gritó a sus flecheros:
—¡Maten a esos pájaros de inmediato!
Al oír las palabras del rey, los chom escaparon a toda prisa; volaron tan alto que ni una sola flecha los alcanzó.
—¡Esto no se puede quedar así! —gritó el rey de Uxmal— Los chom deben ser castigados.
—No se preocupe, majestad; pronto hallaremos la forma de cobrar esta ofensa —contestó muy serio uno de los sacerdotes, mientras recogía algunas plumas de zopilote que habían caído al suelo.
Los hombres más sabios se encerraron en el templo; luego de discutir un rato, a uno de ellos se le ocurrió cómo castigarlos. Entonces, tomó las plumas de chom y las puso en un bracero para quemarlas; poco a poco, las plumas perdieron su color hasta volverse negras y opacas.
Después, uno de los sacerdotes las molió hasta convertirlas en un polvo negro muy fino, que echó en una vasija con agua. Pronto, el agua se volvió un caldo negro y espeso. Una vez que estuvo listo, los sacerdotes salieron del templo. Uno de ellos buscó a los sirvientes y les dijo:
—Lleven comida a la terraza del palacio, la necesitamos para atraer a los zopilotes.
La orden fue obedecida de inmediato y pronto hubo una mesa llena de platillos y muchos chom que volaban alrededor de ella. Como el día de la fiesta todo les había salido muy bien, no lo pensaron dos veces y bajaron a la terraza para disfrutar de otro banquete.
Pero no contaban con que esta vez los hombres se escondieron en la terraza; apenas habían puesto las patas sobre la mesa, cuando dos sacerdotes salieron de repente y lanzaron el caldo negro sobre los chom, mientras repetían unas palabras extrañas. Uno de ellos alzó la voz y dijo:
—No lograrán huir del castigo que merecen por ofender al rey de Uxmal. Robaron la comida de la fiesta de Hunab ku, el Señor que nos da la vida, y por eso jamás probarán de nuevo alimentos tan exquisitos. A partir de hoy estarán condenados a comer basura y animales muertos, sólo de eso se alimentarán.
Al oír esas palabras y sentir sus plumas mojadas, los chom quisieron escapar volando muy alto, con la esperanza de que el sol les secara las plumas y acabara con la maldición, pero se le acercaron tanto, que sus rayos les quemaron las plumas de la cabeza. Cuando los chom sintieron la cabeza caliente, bajaron de uno en uno a la tierra; pero al verse, su sorpresa fue muy grande. Sus plumas ya no eran de colores, sino negras y resecas, porque así las había vuelto el caldo que les aventaron los sacerdotes. Además, su cabeza quedó pelona. Desde entonces, los chom vuelan lo más alto que pueden, para que los demás no los vean y se burlen al verlos tan cambiados. Sólo bajan cuando tienen hambre, a buscar su alimento entre la basura, tal como dijeron los sacerdotes.
El Haninco
Leyenda Maya
Mucho tiempo perdí tratando de concurrir a una ceremonia india, a una hanincol (comida de milpa) que hacen los maya con el objeto, unas veces, de agradar a los dioses, y otras, de desagraviarlos. Había rogado a los hechicero que me permitieran la entrada, pero todos se habían negado porque yo también me había negado a que me santiguaran: (santiguar es someter a una persona a ciertos baños, con hierbas, hechicerías, etc.) En las ceremonias de las comidas de milpa se admite a mujeres cuando se va repartir el alimento. Al fin me resolví a todo y lo comuniqué al men. Así fue como logré concurrir a la comida. Y ahora les narraré lo que ví; lo que oí no, pues fue todo en maya, idioma que no entiendo.
La ceremonia se hizo en un pueblo llamado San Juan Bautista Sahcabchén o Alto Sahcabchén, por estar ubicado en la cresta de un cerro de roca viva.
El maestro de la escuela, un joven llamado Mario Flores Barrera, me avisó con anticipación; llena de alegría caminé a caballo toda la noche en que la Luna plateaba los árboles y alumbraba el camino.
Llegué al amanecer. Allá arriba estaba el pueblo. Subí a él, llamé a una puerta y al punto asomó su risueña cara el maestro que me saludó.
Hoy será la fiesta, me dijo con acento de satisfacción. Nos desayunamos con pan y café y luego me llevó a la casa del men quien me recibió solícito, pero desconfiado.
¿Está resuelta a que le santigüen?- me preguntó.
El maestro me miró, incrédulo de que pudiera aceptar eso.
Sí le respondí, y en pocos minutos quedé santiguada y oliendo a romero y ruda.
Salimos los tres y nos sentamos en el brocal de un pozo, y el hechicero contestó así mi interrogatorio.
-¿Por qué harán el hanincol?
-Para desagraviar a los dioses.
El dueño de la milpa que se ha de sembrar tiene un hijo enfermo, señal del disgusto del Nohoch-Tat (Gran Señor).
Luego me enseñó varias palabras mayas, el nombre de los vientos, etc., para que pudiera entender, y me llevó a la casa donde el muchacho estaba enfermo.
¿Quiere verlo?, me dijo. Sí- le respondí.
En una hamaca estaba el joven calenturiento. El men le preguntó por su salud, y él casi no contestó. Su ánimo estaba caído más que por la fiebre, por el temor de que le hubiera castigado el dueño del monte. El men sacó de su morral un bollo de pozole lleno de moho que de amarillo pasa a verde. Lo mezcló con agua, lo endulzó con miel y se lo dio al enfermo.
Las mujeres de la casa, durante la noche, mojan maíz y lo muelen en metates para hacer una bebida refrescante llamada sacab. Este se reparte entre los que van a asistir a la ceremonia.
En la ocasión a que me refiero me dieron una ración, por la cual me sentí invitada. Marchamos luego a la ceremonia o que diga, adonde iba a efectuarse.
El dueño de la sementera y sus trabajadores estaban ocupados. Unos abrían una fosa en la tierra; otros, en grandes calderos cocían maíz, frijol y tostaban semillas de calabaza, que molían luego para formar una masa de estos tres productos, la cual recogían en bolas.
Teniendo ya las bolas sobre hojas de roble o plátano, se extiende primero la masa de maíz haciendo una tortilla grande y se forma una de semilla de calabaza: luego, una de frijol, y así sucesivamente, hasta llegar a nueve.
Estos huahes (panes) se envuelven en las mismas hojas; uno de ellos es más grande que los otros. Mientras esto se lleva a efecto, en la fosa abierta se ha colocado gran cantidad de leña, que arde y calienta casi hasta calcinar algunas piedras grandes. Por otro lado, en ollas también grandes se cuecen pavos y gallinas, y en un caldero se hace el cool (atole salado).
En un caldero se pone el caldo de gallina y pavos, destinado a preparar el chocó (caliente).
El men, con toda parsimonia, toma dos velas que enciende, y, seguido de unos hombres que llevan en tablas los huanes (panes) y de todos los invitados, llega a la ardiente fosa. Y dice así: lakín-ik, xikín-ik, nohol-ik, xamán-can (vientos de oriente, del poniente, del sur y del norte; sed benévolos). Luego hace mil contorsiones, brinca de un lado para otro de la fosa, saca con las manos, del fuego, las candentes piedras, y sólo deja unas en el fondo, sobre las cuales se colocan los panes. La piedras extraídas se acomodan encima y se recubre la fosa con tierra y gajos de roble.
Retornan el brujo y su comitiva al lugar primitivo, donde se ha colocado una mesa, que tiene encima una cruz cristiana, tres velas grandes, tres medianas y tres chicas. También hay incienso, rudas, albahacas, flores, dulces, cigarrillos, etc.
Se han llevado a la mesa los pavos y las gallinas condimentadas y cocidas. Debajo de la mesa está el gran caldero de cool, el jugo de gallina y pavos, etc.
El men parece perder su personalidad de hombre, y en medio de gesticulaciones y contorsiones, conjura a los vientos malo y llama a los buenos; levanta en sus manos las ramas de albahaca y ruda, y blandiendo la cruz cristiana aleja a los viento malos. como regalo a los buenos arroja a los cuatro vientos jicaradas de miel y balché. Luego cae en éxtasis, oculta su rostro entre las manos, y tomando enseguida el inciensario, marcha hacia la fosa; al llegar a ésta levanta aquél al cielo y mucha manos de hombres destapan la fosa, de donde extraen los huanes.
Todas caminan hacia la mesa y el brujo cierra la procesión.
El pan más grande es el que se pone en una mesita aparte. Apenas desenvuelto, muchas manos arrancan trozos, hirviente aún y los depositan en el caldo de pavos y gallinas, donde otras manos lo baten y disuelven. Así se prepara el chocó .
Terminado esto, el men reparte entre los concurrentes balché en jicaritas. Hay que tomarlo, pues es malo tirarlo o despreciarlo.
Luego el hechicero da a cada persona presente un cigarro gigante, al que debe darse dos o tres fumadas. Esos cigarros son recogidos por un brujo en hojas de almendro o higuerilla, con el fin de que sus manos no los toquen, los lleva a la mesa y los riega con brebajes. Inmediatamente se toma a todos los niños que han asistido a la ceremonia y se les pone de rodillas, con las manos cruzadas sobre el pecho. El men les da balché dulce, chocó, cool, dulces, trozos de pavos, pero todo en la boca.
(Los niños representan a los aluxes, y el men les da de comer con la mano, ellos no pueden tocar nada con las manos).
Terminada esa comida, se aleja a los niños, y con una jícara grande se pone una buena ración de todo lo que hay, de lo mejor, un gran trozo de pan y los cigarros, todo lo cual toma el men pues es la ofrenda destinada al Nohoch-Tat (padre o dueño de monte). El hechicero llega a la fosa y en el centro de ella coloca la jícara grande y todo lo demás.
A una señal del men la fosa es cubierta de tierra y casi ni queda señal de ella. Se cree que durante la noche el dueño de bosque tiene allá su banquete, y que sus hijos, los aluxes le hacen compañía y fuman en rueda sus cigarros.
Cuando el men vuelve al lugar de la comida, todo se transforma en fiesta, se reparte lo que aún queda, se da al dueño de la milpa, a sus hijos y trabajadores, de todo lo que hay, y luego a los visitantes. Esta es ya la comida terrenal. Todos comen, todos beben. El men viene a mí con una pierna de pavo en la mano y me dice: ¿No come?, y me trae un trozo de muslo de pavo.
Yo estaba sentada en una hamaca suspendida en medio de dos árboles, especialmente para mí, frente a la mesa de la ceremonia. Era tal mi proximidad a la mesa, que materialmente estaba bañada en miel y balché, pues me salpicó el men cuando arrojó esos líquidos al aire.
Terminó la ceremonia -me dijo el men-. El enfermo está curado.
Entre los comensales vi a Pedro, que comía y reía con mucha gana.
Pedro -dijo el men- ven aquí, pues quería demostrarme su poder. El muchacho obedeció la orden. Ya no tenía calentura, había recobrado la salud.
En ese momento di la razón al men y al enfermo. Estaba curado. Había que reconocerlo.
Mas luego pensé que ese hombre sagaz aprovechaba la ignorancia y fe de los descendientes de los xius y cocomes.
Me retiré pensativa. Soy una de los que creen que lo más de los indios mayas no padecen ciertas enfermedades gracias que ingieren frecuentemente, las dosis de penicilina que se encuentran en el moho del pozole, que siempre comen con sal e sus milpas.
¿Se curó el muchacho? ¿Sería por el favor de los dioses o por la acción de la medicina que le dio el men en el pozole?
Tal vez ni el hechicero lo sepa. Tal pensaba yo después de la peregrina ceremonia que me dejó la impresión de un sueño fantástico.
Cuando el tunkuluchú canta...
Leyenda Maya
En El Mayab vive un ave misteriosa, que siempre anda sola y vive entre las ruinas. Es el tecolote o tunkuluchú, quien hace temblar al maya con su canto, pues todos saben que anuncia la muerte.
Algunos dicen que lo hace por maldad, otros, porque el tunkuluchú disfruta al pasearse por los cementerios en las noches oscuras, de ahí su gusto por la muerte, y no falta quien piense que hace muchos años, una bruja maya, al morir, se convirtió en el tecolote.
También existe una leyenda, que habla de una época lejana, cuando el tunkuluchú era considerado el más sabio del reino de las aves. Por eso, los pájaros iban a buscarlo si necesitaban un consejo y todos admiraban su conducta seria y prudente.
Un día, el tunkuluchú recibió una carta, en la que se le invitaba a una fiesta que se llevaría a cabo en el palacio del reino de las aves. Aunque a él no le gustaban los festejos, en esta ocasión decidió asistir, pues no podía rechazar una invitación real. Así, llegó a la fiesta vestido con su mejor traje; los invitados se asombraron mucho al verlo, pues era la primera vez que el tunkuluchú iba a una reunión como aquella.
De inmediato, se le dio el lugar más importante de la mesa y le ofrecieron los platillos más deliciosos, acompañados por balché, el licor maya. Pero el tunkuluchú no estaba acostumbrado al balché y apenas bebió unas copas, se emborrachó. Lo mismo le ocurrió a los demás invitados, que convirtieron la fiesta en puros chiflidos y risas escandalosas.
Entre los más chistosos estaba el chom, quien adornó su cabeza pelona con flores y se reía cada vez que tropezaba con alguien. En cambio, la chachalaca, que siempre era muy ruidosa, se quedó callada. Cada ave quería ser la de mayor gracia, y sin querer, el tunkuluchú le ganó a las demás. Estaba tan borracho, que le dio por decir chistes mientras danzaba y daba vueltas en una de sus patas, sin importarle caerse a cada rato.
En eso estaban, cuando pasó por ahí un maya conocido por ser de veras latoso. Al oír el alboroto que hacían los pájaros, se metió a la fiesta dispuesto a molestar a los presentes. Y claro que tuvo oportunidad de hacerlo, sobre todo después de que él también se emborrachó con el balché.
El maya comenzó a reírse de cada ave, pero pronto llamó su atención el tunkuluchú. Sin pensarlo mucho, corrió tras él para jalar sus plumas, mientras el mareado pájaro corría y se resbalaba a cada momento. Después, el hombre arrancó una espina de una rama y buscó al tunkuluchú; cuando lo encontró, le picó las patas. Aunque el pájaro las levantaba una y otra vez, lo único que logró fue que las aves creyeran que le había dado por bailar y se rieran de él a más no poder.
Fue hasta que el maya se durmió por la borrachera que dejó de molestarlo. La fiesta había terminado y las aves regresaron a sus nidos todavía mareadas; algunas se carcajeaban al recordar el tremendo ridículo que hizo el tunkuluchú. El pobre pájaro sentía coraje y vergüenza al mismo tiempo, pues ya nadie lo respetaría luego de ese día.
Entonces, decidió vengarse de la crueldad del maya. Estuvo días enteros en la búsqueda del peor castigo; era tanto su rencor, que pensó que todos los hombres debían pagar por la ofensa que él había sufrido. Así, buscó en sí mismo alguna cualidad que le permitiera desquitarse y optó por usar su olfato. Luego, fue todas las noches al cementerio, hasta que aprendió a reconocer el olor de la muerte; eso era lo que necesitaba para su venganza.
Desde ese momento, el tunkuluchú se propuso anunciarle al maya cuando se acerca su hora final. Así, se para cerca de los lugares donde huele que pronto morirá alguien y canta muchas veces. Por eso dicen que cuando el tunkuluchú canta, el hombre muere. Y no pudo escoger mejor desquite, pues su canto hace temblar de miedo a quien lo escucha.
La piedra de Juluapan
La piedra de Juluapan Una piedra que existe desde que nació el mundo, y que guarda el tesoro de un gran rey.
Al noroeste de la ciudad de Colima y a distancia no muy larga, apenas la suficiente para que los montes se vean azules, se eleva un cerro largo, bastante elevado, llamado de Juluapan, en cuya falda y casi en la mitad del flanco, se levanta una enorme roca que, por la escasa distancia, no se alcanza a colorear bien de azul.
Dicha roca se destaca sobre el fondo índigo de la montaña como una erguida e inmensa catedral.
Tan notable peñón es de aquellas cosas que no escapan a la mirada de nadie; y yo, desde muy niño, lo contemplaba con cierto místico respeto por las relaciones fabulosas que tocante a él corrían de boca en boca entre los rapaces de mi edad.
No guardo recuerdos precisos de todo lo que entonces oí decir; pero hay uno que ha persistido imborrable a través del tiempo, y a él me voy a referir.
"El castigo consiste en que allí han de estar, con la piedra encima, amenazando caer eternamente" Al pie del cerro existe un pueblo de indios, llamado también Juluapan.
Y me decían (cosa que es aún corriente en aquellas regiones) que la piedra queda exactamente arriba del pueblo, a gran altura, y que para evitar que ruede hacia el villorrio y aplaste a toda la población, los indios la tienen sujeta con cables y aún con cadenas.
Que esa precaución data de tiempo inmemorial; y aún me decían que esa amenaza sempiterna era en señal de castigo por no sé qué graves crímenes cometidos contra los dioses por los moradores, en épocas lejanas.
La tradición, al llegar allí, se obscurecía, se borraba, más bien se truncaba, dejando en el alma del oyente el peso de un gran misterio.
Y yo, al contemplar desde lejos la inmensa roca erguida, me imaginaba las enormes cadenas, los nudosos cables, gruesos como troncos de árboles, largos como centenares de varas, tirantes como cuerdas de arpa, sosteniendo el gigantesco monolito, pero comenzando a podrirse por lo viejos...
-¿Qué será del pueblo y de su gente si la piedra cae?-me preguntaba interiomente.
Y sentía oprímirse mi alma de niño al pensar en la tremenda catástrofe.
-¿Pero por qué no se van los indios de allí?-preguntaba a los compañeros de mi infancia.
¿Por qué no se van a otra parte? -Porque no pueden: el castigo consiste en que allí han de estar, con la piedra encima, amenazando caer eternamente.
Y no saben si ha de caer de día o de noche.
Y nunca pude penetrar la razón de aquello.
II.
De tiempo en tiempo volvía irresistiblemente la vista para contemplar, allá arriba, la roca inmensa, verticalmente elevada, mostrando sus enormes fracturas y su áspera cresta.
Cuando crecí, siendo adolescente, hice un viaje a caballo hasta más allá del cerro de Juluapan.
Al ir caminando hacia la roca no podía apartar la vista de ella.
La creencia infantil de las cadenas y cables ya no tenia ningún valor lógico.
Y sin embargo, la persistencia de la imagen primitiva, tal como se formó en tiempos tan impresionantes, era tan vigorosa a ratos, que parecía alentar aún dentro de mi como en mi infancia, pues involuntariamente, cuando toda la roca se me presentó detalladamente en toda su majestad, mi vista anhelante buscaba inútilmente las cadenas o cables, tirantes como cuerdas de arpa y gruesos como troncos de árboles...
Y pasé por el pueblo de Juluapan.
Los indios, indiferentes a la existencia de la piedra, se dedicaban tranquilamente a la operación de preparar las hojas de la palma real que habían de servir para la fabricación de sombreros.
Por donde quiera, en la falda de los cerros, la vista descubría la grácil palma real moviendo sus grandes y flotantes abanicos.
Los indios cortaban las hojas antes de que se extendieran, antes de que abrieran sus abanicos, antes de que los rayos del sol las tiñeran de verde para que, al ser secadas en los patios de las cabañas, conservasen el nítido color blanco de sus dobleces virginales.
Por eso son tan blancos los sombreros que se fabrican con ellas.
Dejé el pueblo a mi espalda.
Pero de tiempo en tiempo volvía irresistiblemente la vista para contemplar, allá arriba, la roca inmensa, verticalmente elevada, mostrando sus enormes fracturas y su áspera cresta.
La roca, sin embargo, no estaba suelta para que hubiese dado lugar a aquella leyenda: salía del cerro como un brote peñascoso, elevándose a gran altura.
Estaba clavada en el flanco de la montaña, y apenas si en su parte superior se divisaba una que otra planta, como higueras silvestres, magueyes y cactus.
III.
"Yo he visto el humo del incienso elevarse en las mañanas, muy blanco y sutil...
Además, yo he visto allá arriba algo más interesante que eso...
"Más tarde, siendo hombre, volví por aquellos lugares, y me detuve en un pequeño rancho, casi inmediatamente abajo de la piedra.
Desde el corredor de la cabaña del propietario, se distinguía perfectamente el enorme peñasco.
Y naturalmente, la conversación giró sobre aquel accidente del cerro.
Nadie había podido subir hasta él, por lo fragoso del terreno, y en realidad nadie sabía cómo era ni qué había en ella.
Estaba entre las personas que acompañaban al propietario, un individuo por demás interesante.
Era un viejo indio, ilustrado, leguleyo, hábil y algo poeta.
Nos divirtió buen rato con sus pláticas pintorescas y con la recitación de sus poesías humorísticas.
Pero al llegar al asunto de la piedra, asumió seriedad, y nos dijo: -Ustedes pensarán todo lo que quieran; pero esa piedra está encantada.
Allí hay encerrados grandes tesoros que datan desde los tiempos anteriores a la era cristiana.
Esa piedra no es más que un templo, quizás una pagoda india, cuyas puertas están cerradas para nosotros los mortales y pecadores.
Pero en un día del año se abren y se oye el rumor de las plegarias.
Yo he visto el humo del incienso elevarse en las mañanas, muy blanco y sutil...
Además, yo he visto allá arriba algo más interesante que eso...
-Este hombre, me dijo el propietario, se pasa las horas muertas viendo la piedra.
-¿Y qué ha visto Ud.?
-le pregunté sintiendo un tanto picada mi curiosidad.
-Pues he visto a una mujer vestida de blanco y con una mitra en la cabeza, llegar hasta aquel pico de la derecha.
A mi me parece que es una sacerdotisa.
Y permanece allí muchas veces hasta que el sol se mete.
-Cuando has creído ver eso, habrás estado bajo la influencia del alcohol, le observó el propietario.
-Nada de copas: en mi pleno juicio.
Y lo más notable es que me hace señas.
Nos reímos de buena gana.
Pero el leguleyo se mosqueó.
-Ustedes no son capaces de comprender, nos dijo en tono solemne, la sublimidad de esa piedra y el gran misterio que encierra.
IV.
Los años pasaron.
Y un dia me dijeron: -¿Sabe usted por qué se hizo rico el dueño de la hacienda del Platanarillo? Contesté que lo ignoraba.
-El dueño de esa hacienda, situada, como usted sabe, al dar vuelta al cerro de Juluapan, en la cañada del río San Palmar, era antes un pobre maestro de escuela.
La madre de él había hecho en cierta ocasión un señalado favor a un bandido de los que operaban en los linderos de Jalisco y Colima; creo que le curó una grave herida que había recibido en una de sus tantas correrías.
Pero como el que anda en el peligro, en el perece, como dice la fábula, una noche, casi moribundo, llegó a caballo al jacal de la señora.
Comprendiendo que iba a morir, le reveló la existencia de un tesoro en la piedra de Juluapan.
No se sabe si el tesoro era producto de sus latrocinios o de otro origen, pues hay que decir que el tal bandido era perfecto conocedor del cerro y de todos sus rincones.
El bandido murió.
Y el hijo de la señora, siguiendo las indicaciones del difunto, encontró el tesoro en una cueva de la piedra de Juluapan.
Dejó la maestría y compró la hacienda.
V.
"Aquella piedra, tan notable a la vista.
sería un buen monumento para guardar el sepulcro de un rey del país tan poderoso y magnífico como vos.
"Pero aquella piedra ha seguido siendo centro de creencias fantásticas.
El dicho del leguleyo ha tenido, según parece, casi su completa comprobación.
La relación es estupenda.
Y aun se citan nombres.
La relación se remonta a tiempos muy viejos; a un siglo antes de Jesucristo.
Se habla de un rey mexicano llamado Ix, nombre que en azteca significa Ojo, que gobernaba en el antiguo reino de Colimán.
Era rey poderoso que ejercía completo dominio sobre una rica y vasta comarca.
Su capital era ciudad brillante y hermosa, llena de soberbios palacios y suntuosos templos, y rodeada de altas murallas con jardines colgantes como los de Babilonia.
La corte de aquel rey era lujosa, como las cortes de oriente.
La fama de Ix y de su pueblo llegó hasta las remotas tierras asiáticas, lo cual no es difícil comprender, si se tiene en cuenta que por aquellos tiempos las flotas del Celeste Imperio cruzaban frecuentemente las vastas regiones del Grande Océano y llegaban hasta las costas americanas, a comerciar y a veces a guerrear.
Pues bien, en cierto día de aquella edad remota, llegó a Xaláhuac (hoy Salagua), rada situada en un ángulo de la bahía de Manzanillo y que más tarde sirvió de astillero a Hernán Cortés y a otros exploradores españoles, una flotilla en que venia un prócer chino de muy elevada alcurnia.
Su nombre era Wang Wei.
Sabedor Ix de la presencia de aquel noble personaje en las costas de sus dominios, acudió a darle la bienvenida y a ofrecerle la debida hospitalidad en su corte.
El magnate chino aceptó la invitación con agrado, y fue atendido en Colimán con todas las exquisitas consideraciones correspondientes a su rango.
Al salir un día de paseo, Wang Wei miró hacia el cerro de Xoloapan (Juluapan), fijando su vista en la gran peña que de un punto de su falda se destacaba imponente.
-¿Qué es aquello?-preguntó a Ix.
¿Es algún templo? ¿Es acaso una tumba? -No es ninguna de las dos cosas, respondió el rey.
Pero vuestras preguntas me están indicando que bien puede llegar a ser, eso que veis, alguna de las dos cosas, o ambas a la vez.
Es una piedra que existe desde que nació el mundo.
Mis más remotos antepasados la vieron siempre allí.
-¿Habéis pensado en la muerte, amigo Ix? -Soy demasiado joven para pensar en ella.
-La muerte no es propia de los viejos: acecha también a los jóvenes y aún a los niños.
Os preguntaba esto, porque se me ocurre una idea: aquella piedra, tan notable a la vista.
sería un buen monumento para guardar el sepulcro de un rey del país tan poderoso y magnífico como vos.
Después de algunos días de grata permanencia en Colimán, Wang Wei volvió a sus naves.
Antes de irse, hizo traer de su buque insignia un riquísimo regalo, consistente en joyas de oriente en que abundaban las perlas y los diamantes, y lo entregó a Ix con amistosas palabras.
Ix correspondió a aquel presente con otro de joyas del país y con el regalo de diez bellísimas esclavas.
No fue aquella la única vez que Ix y Wang Wei se vieron: su mutua amistad se fortificó con nuevas entrevistas en el transcurso de los años.
Wang Wei, como Gran Almirante del Celeste Imperio, recorría con sus poderosas flotas el Grande Océano y gustaba de visitar de cuando en cuando a su amigo Ix.
Este debió de haber tenido muy en cuenta la sugestión relativa al sepulcro, pues la tradición expresa, mejor dicho, documentos auténticos, que cuando murió fue embalsamado su cadáver y luego inhumado en un magnífico sepulcro abierto en la roca de Juluapan.
En la cámara mortuoria, que era grande y suntuosa, encerraron muchos objetos de la pertenencia del rey, juntamente con grandes tesoros, entre los cuales se contaban los regalos de joyas orientales que le diera su amigo.
-¿Qué es aquello? -preguntó al camarero.
-Es la piedra de Juluapan.
¿Qué cómo se ha sabido todo esto? Dícese que en un museo de Europa, el conde de San Dionisio encontró una lápida grabada con caracteres chinos, en la cual, después de graves estudios que duraron meses, encontró noticias de la tumba de Ix y de la entrevista que este rey tuvo con Wang Wei, almirante chino.
De la tumba se decía en la lápida que estaba señalada por una gran piedra al noroeste de Colimán, en el cerro de Xoloapan.
Además, se hablaba de una rica cripta, de ricas galerías y de magníficos tesoros.
Pero las señas de la situación de la tumba parecían al descubridor y descifrador de la lápida sumamente vagas.
¡Una roca al noroeste de Coliman y en un cerro.
Hay tantas rocas al noroeste de un lugar, que juzgó imposible identificar el sitio en que Ix habia sido sepultado con sus tesoros.
Además, el antiguo Colimán desapareció hace muchos siglos, y la Colima actual no ocupa el lugar de la antigua corte de los reyes colimotes.
Y el conde de San Dionisio acabó por no dar importancia práctica a su descubrimiento.
Pero al regresar a Europa de un viaje que hizo al Perú, resolvió visitar de paso nuestro pais, desembarcando en Manzanillo y viéndose obligado a detenerse en Colima por pocas horas.
Y sucedió que al asomarse por una ventana del hotel en que se alojaba, su vista fue inmediatamente atraída por la gran piedra de Juluapan, que se destacaba imponente sobre el obscuro índigo de la famosa montaña.
-¿Qué es aquello? -preguntó al camarero.
-Es la piedra de Juluapan.
Un rayo de luz entró en su cerebro.
Vínole el recuerdo de la lápida y de la versión esculpida en caracteres chinos.
"Tal vez Juluapan y Xoloapan son la misma cosa.
Tal vez el que mandó grabar la lápida juzgó inútil dar señas precisas de la tumba, puesto que la piedra es de aquellas cosas que llaman desde luego la atención por sí solas".
La roca, además, estaba al noroeste de Colima.
Y el conde murió con la sonrisa en los labios y la mirada del alma fija en la enhiesta piedra de Juluapan...
Después de serias reflexiones, se convenció plenamente de que aquella era la piedra de que hablaba la relación china.
En consecuencia, se dirigió de incógnito al cerro legendario; y allí, ayudado de algunos indios, hizo cuidadosas exploraciones en la piedra y en torno de ella.
Los indios creían que el extranjero lo hacía todo por simple curiosidad.
Pero el resultado fue completamente satisfactorio: el conde francés halló la cripta en donde reposaba la momia de Ix.
Tres galerías adyacentes y que se comunicaban con la cámara real, estaban materialmente llenas de objetos artísticos y de gran valor.
La momia tenia múltiples collares de riquísimas perlas; y a su lado, en el propio sarcófago, había varios Códices bien conservados.
En uno de ellos había, junto a los jeroglíficos aztecas, caracteres chinos, a manera de traducción.
Leyendo éstos, supo de Wang Wei y de su amistad con Ix, según se ha expresado ya.
Los demás Códices hablaban de templos, tumbas y ciudades sepultados bajo tierra; pero con señas precisas, y bajo cuyas ruinas se certifica la existencia de tesoros arqueológicos de gran valor.
Para no hacerse sospechoso, de la tumba de Ix sólo tomó las riquezas más fácilmente transportables, y volvió a su patria, Francia, donde realizó algunos de los raros ejemplares recogidos, obteniendo en poco tiempo una fortuna de 20 millones de francos.
Gozó de sus riquezas por varios años, siempre con la esperanza de volver a Juluapan.
Pero sintiéndose gravemente enfermo y previendo su próximo fin, legó el Códice de la entrevista a la Academia de Ciencias, a fin de que no perdiese el mundo la noticia de Ix y de su tumba legendaria.
Los otros Códices, por la revelación que hacen de riquezas incalculables, los donó a un sobrino suyo, heredero del título de nobleza.
Y el conde murió con la sonrisa en los labios y la mirada del alma fija en la enhiesta piedra de Juluapan...
¡Oh brillante rey Ix, que pensaste dormir tranquilamente bajo tu egregia tumba de colosal peñón, en donde sólo pueden anidar las águilas! ¡Quieran los dioses tuyos y los de tus antepasados que nadie más penetre en tu mansión sagrada a turbar tu sueño de gran rey!.
Quetzalcóatl
La aparición en Mesoamérica y específicamente en el Anáhuac, de este personaje alto, rubio, blanco, barbado y de profunda cultura ha dado margen a la creación de varios mitos y leyendas que los antropólogos, científicos y exploradores extranjeros han entretejido de una maraña cada vez más difícil de desenredar. En la mitología Tlahuica, tan confusa como la Griega, se borda una historia con respecto a Quetzalcóatl, semejante a la del nacimiento del Rey Salomón, pues se dice en los antiguos códices que Quetzalcóatl fue hijo de una mujer virgen llamada Chimalma y del Rey-Dios Mixtocóatl, monarca de Tollán. Que avergonzada por haber dado a luz sin matrimonio, Chimalma puso en una cesta al niño y lo arrojó al río. (no se sabe a cual) y que unos ancianos lo criaron y educaron, habiendo llegado a ser un hombre sabio y culto que al regresar a Tollán, se hizo cargo del gobierno.
Por otra parte se dice que Quetzalcóatl fue un hombre rubio, blanco, alto, barbado y de grandes conocimientos científicos, que enseñó a los pobladores de lo que hoy es México, a labrar los metales, orfebrería, lapidaria, astrología etc. aunque jamás se llegó a saber su nacionalidad y su procedencia. Cuéntase que habiendo bebido el suave neutle (pulque) se emborrachó y cometió actos bochornosos después de lo cual decidió marcharse para siempre tomando el rumbo del Golfo de México o Mar de las Turquesas.
En un suicidio ceremonial al cual le acompañaban cuatro mancebos sus discípulos, se hundio para siempre, renacienco como la estrella de la Mañana y posteriormente adoptando el nombre de Quetzalcóatl, que quiere decir serpiente emplumada o serpiente de plumaje hermoso.
Los Mayas adoptaron a Quetzalcóatl como deidad pues hasta allá llevó sus conocimentos y su cultura pasmosa, colocándole el nombre de Kukulcan, que quiere decir lo mismo, serpiente emplumada o Votán ( que debe haber sido su nombre real) y recibieron de él las más sabias enseñanzas tanto religiosas como políticas y artísticas.
Se dice que los Toltecas, Nahoas y Mayas lo deificaron y colocaron su símbolo en todos los palacios, monumentos y templos de la zona Maya y Mesoamérica en donde aún puede verse, en recuerdo y veneración de este sabio, que según la tradición mayense, subió al panteón y se convirtió en la estrella Venus, que también es así identificado por los fantasiosos arqueólogos.
Ahora bien, cuando las huestes hispanas llegaron a las tierras veracruzanas al mando del capitán extremeño Hernán Cortés, y según nos cuentan en sus muy sabrosas crónicas Bernal Díaz del Castillo, se encontraron con una gran sorpresa que en esos días de codicias y rapiña desmedidas no le dieron la importancia que tenía y hoy aún, debe tener. Relata el soldado cronista que llegados a las costas de lo que sería La Nueva España, el Emperador Moctezuma envió unos tendiles llevando regalos, oro y joyas y muchos ricos presentes que lejos de hacer que Cortés volviera proa a la mar, lo tentó en ambiciones. Uno de estos tendiles al ver que uno de los soldados de Cortés tenía un casco de latón que brillaba al sol, pidió verlo, diciendo que hacía muchos, muchos años, habia llegado a la Gran Tenochitlán un hombre rubio, barbado y blanco, portando un casco semejante; que al marcharse se los había regalado y los sacerdotes lo colocaron en la cabeza del ídolo representativo del Dios Huitzilopochtli. Pidió que se le prestara el casco para cotejarlo con el que tenía puesto su Dios.
Y resultó que el casco dorado que tenía el Dios, era igual al del soldado hispano, sólo que tenia en ambos lados unos cornezuelos al estilo de los cascos vikingos.
Aquél tendil no solamente llevó ante Hernán Cortés el dicho casco dorado, sino también a un hombre blanco, alto, barbado, rubio que se parecía mucho al conquistador, diciendo que su nombre era Quintalbor, que de ninguna manera es nombre mexicano, maya o correspondiente a ninguno de los idiomas, que se hablaban en el Nuevo Mundo. Pero en lugar de examinar detenidamente el casco y si lo hicieron no fue consignada en ninguna de las cartas de relación, tomaron a chunga y relajo la presencia de aquel hombre barbado, rubio y blanco idéntico a don Hernán Cortés, al grado de parecer su hijo o su gemelo y desde ese momento lo llamaron Don Cortés.
Al llegar los conquistadores a la fabulosa Ciudad de Tenochtitlán, sacerdotes y principales hablaban de un hombre rubio y barbado semejante a ellos, que hacía muchos años había estado entre ellos y les había predicho que un día llegarían al país hombres barbados y con armas poderosas para esclavizar al señorío.
Moctezuma, que según nos cuenta la historia era un monarca medroso, pusilánime, creyó que con la llegada de Hernán Cortés y su puñado de rapaces se cumplía la profecía y casi dejó en manos del puñado de horca hispano, el destino de sus reino, de su imperio.
Ahora bien, es de suponerse que Quetzalcoatl no fue aquel misterioso hombre barbado, posiblemente nórdico, que dejó como recuerdo su casco de vikingo, ya que en ese entonces la Europa no poseía la cultura y los conocimientos numéricos y calendáricos que poseían los mayas y el mito y la leyenda se entretejen en una urdimbre impenetrable, se confunden debido a los estudios antropológicos y arqueológicos hechos en una mayoría por extranjeros.
Tal vez Tollán si tuvo un gobernante sabio y bueno al que llamaron Quetzalcoatl, hijo de Chimalma y el Rey-Dios Mixcoatl, pero también es muy posible que los sacerdotes y astrónomos de entonces, al observar los cielos en la forma en que lo hacían, hayan descubierto que el mundo, su mundo, formaba parte de la Vía Láctea, de esta enorme galaxia que hoy conocemos y de la cual formamos parte y a la cual daban por nombre Ixtacmixcoatl que quiere decir "Serpiente salpicada de piedras preciosas o luceros", serpiente incrustada de diamantes. Y después de sus observaciones le hayan puesto Quetzalcoatl, serpiente de plumas hermosas y extendido su culto a los habitantes de Mesoamérica. De allí que en los portentosos edificios de esa antigüedad se hayan esculpido esos símbolos y reverenciado como deidad, pues a ningún hombre por sabio que haya sido, se le dio jamás el rango de Dios.
Por último y finalizando así la leyenda y el mito, al relato, y a las elucubraciones, es preciso asentar que según algunos arqueólogos, jamás existió la serpiente emplumada, que sería absurdo una mezcla o yuxtaposición con fines religiosos, de una ave preciosa y un reptil.
Lo que ocurrió y a esto puede y debe darse el mayor crédito, es que los hombres de aquella civilización tan avanzada, en su sublimación artística, esculpieron una serpiente con penacho, con garras de jaguar y crearon una figura monstruosa y bella a la vez, como el mítico dragón de los chinos en el cual quieren enredar al misterioso y barbaro rubio peregrino, que por lo menos, ya que su cultura debió haber sido casi completa, pudo haber dejado escrito su nombre y el de su país en alguno de los muros, frescos o bajorrelieves de templos y palacios.
Así volvemos a lo mismo. Quetzalcoatl hombre, Quetzaltcoalt Dios, amalgama absurda de las generaciones actuales. Incomprensión de lo misterioso de aquellos pueblos que han dado margen a una de las leyendas más difundidas en América y en el mundo.
La Atlántida
La leyenda de la Atlántida es Universal y todos los pueblos del mundo aceptan como hecho, la existencia hace milenios y milenios, de este maravilloso continente cuya cultura dejó escrita en vagos relatos Homero y los grandes escritores e historiadores de la antigüedad.
El Océano Atlántico se conecta con la Atlántida, porque se dice y asegura que allí existió este enoerme continente hundido para siempre; Atl, que significa agua en lengua náhuatl, también se identifica con ese nombre fabuloso Atl-Atlántida y se cree que de allí vino su voz.
Sin embargo, nadie hasta ahora ha podido ubicar con certeza el lugar del mar o de la tierra en donde estuvo La Atlántida, que aseguran fue un país de maravillas, de gran cultura y adelantos científicos.
Se dice que la raza atlante desapareció para siempre tragada en forma inmisericorde por las aguas, en medio de un cataclismo espantoso, tan tremendo y destructor como el mismo diluvio y sin embargo, relatos y leyendas aventuradas hacen suponer que algunas de las razas y pueblos que llegaron a Mesoamérica -especialmente la maya-, fueron originarios del continente perdido.
Esta aseveración se presta a discusiones y agrias polémicas puesto que asegura que los teotihuacanos fueron también atlantes y que los olmecas y que los mixtecos y que muchos habitantes de América, antes de la conquista llegaron de La Atlántida.
El obstáculo principal para aceptar esta teoría, la presenta el lenguaje, pues la lengua hablada por mayas, toltecas, mixtecos, zapotecas, totonacas, teotihuacanos y olmecas eran y siguen siendo distintas y sus culturas también aunque se han encontrado ciertas semejanzas tanto en sus cuestiones políticas como religiosas. Pero es que tanto el antropólogo, como el arqueólogo, como el investigador, piensan en La Atlántida como un solo continente, con una misma cultura y un mismo idioma, unas mismas costumbres y una sola religión y no hay una cosa más equivocada, puesto que La Atlántida fue un continente inmenso que se sumergió en las aguas pero en el cual estaban asentadas varias naciones que hablaban distintas lenguas y tenían varias costumbres y culturas.
Pueden ser entonces descendientes o supervivientes de aquellos atlantes, los pueblos que arribaron a Mesoamérica trayendo sus pasmosas culturas que aún hoy asombran a los más eruditos y los llenan de interrogantes con respecto a cómo pudieron hacer esto y como lograr a aquellos prodigios de edificios, de tallado escultórico, de transporte de pesadísimos monolítos y de material de construcción. Cómo llegaron al conocimiento de la astronomía y la aritmética, y el calendario y las artes y la orfebrería.
Aceptado esto, debe echarse por tierra la idea de que los cultos y maravilloso pobladores de Mesoamérica, no fueron producto de la evolución, que no saltaron de las chozas o de las tribus nómadas a un asentamiento cultural asombroso, pus tal cosa no se logra en unos miles de años.
¿En dónde estuvo y existió pues la Atlántida?
Cuentan los viejos más viejos que los viejos, que allá en los tiempos remotos, cuando el mundo y el mar tenían otra forma, florecieron por el lado Poniente o sea el Mar Pacífico, una formidable cultura que se localizaba en el Continente de Lemuria. Los lemures fueron tipos que habían llegado a una casi perfección en leyes, artes, cultura, religión, sociedad, etc.
Por el lado del Oriente o el pavoroso Mar Atlántico, estaba el inmenso continente de La Atlántida, en donde también se había alcanzado un alto grado de madurez cultural, artística, política y de organización social y religiosa. Se trabajaban los metales preciosos y las piedras finas.
Entonces ocurrió el más formidable cataclismo de que se tenga memoria. Se levantaron los mares, se revolvieron las montañas, se hundieron los continentes y surgieron otras tierras y en medio de ese caos espantoso, algunos lograron sobrevivir, escapar entre los océanos tormentosos abordo de bajeles abordados a última hora y con gran premura.
Como es lógico suponer, los lemures arribaron a las costas de lo que hoy es América, en sus costas del Océano Pacífico, que desde entonces yace quieto y azul. Llevaron sus costumbres y cultura y se asentaron en tierras que fueron de Incas, en la Isla de Pascua, a lo largo de las costas que les brindaron asilo y protección, lugar para un nuevo asentamiento.
Por el Golfo de México que es hoy, arribaron varios grupos de La Atlántida, hombres miembros de pueblos de la misma tierra pero de distintas naciones y esos pueblos se llamaron olmecas, procedentes de Olman, tierra del hule, los mayas, los totonacas, los mixtecas o zapotecas. De allí ciertas diferencias étnicas y de lengua y de costumbres, de cultura. Los teotihuacanos se adentraron hasta el altiplano, por temor a un nuevo cataclismo que pudiera barrer las costas, buscando la seguridad de una altura que los mantuviera al margen de un nuevo desastre.
Tal dicen los viejos más viejos que los viejos, que no dejaron crónicas escritas ni talladas de este suceso, porque todos estos pueblos lo sabían y conocían. No hay detalles de esta arribazón de gentes procedentes de La Atlántida y todos son atlantes como hoy pudieran ser europeos los alemanes, frenceses, ingleses, italianos, etc., que no son idénticos ni en lenguas, ni en costumbres, ni en sangre.
De allí la divergencia también de las dos culturas correspondientes a las costas americanas, la peruana, la inca, los viricochas, los gigantes del Machu Pichu, la cultura del valle de Nasca, los colosales monolitos y construcciones de Tiahuanaco, en fin.
Dicen los viejos más viejos que los viejos que todo esto sucedió mucho antes de que los chichimecas, los otomíes y esas tribus nómadas se unieran en un plan belicoso y destructor, para apoderarse de los grandes centros culturales y religiosos y destruir esas asombrosas civilizaciones de las que por fortuna aún nos quedan vestigios sorprendentes.
Esta puede ser la explicación de las grandes incógnitas de los calendarios, de los numerales, de las cuestiones astronómicas de cómo pudieron trasladar enormes piedras, bloques, monolitos y construir altos edificios, haciendo uso de su gran conocimiento de la hidráulica, de la física, de la mecánica y de todos esos elementos que les facilitaron esas obras titánicas.
Todo esto cuentan los viejos más viejos que los viejos y aseguran que lo contaban los olmecas, única raza de la cual no se conservan escritos, de la que se desconoce su lenguaje y sus caracteres ideográficos, porque decían con gran razón, que todos los pueblos sabían su origen, su tragedia y nadie olvidaba el gran cataclismo que los arrojó a estas playas.
Eran tiempos en que el mar no estaba en donde está y la tierra tenía diversas formas, unas formas distintas a las actuales. Esta es la leyenda que se va deformando y olvidando al paso de los siglos...
La Vainilla
Cuentan que Xanath, hija de nobles totonacas, célebre por su belleza, vivía en un palacio cercano al centro ceremonial de Tajín, sede de su pueblo.
Cierto día en que la joven acudió a depositar una ofrenda sobre el plato colocado en el abdomen de Chac-Mool ("Mensajero Divino"), encontró casualmente a Tzarahuín (jilguero), un alegre doncel al que le agradaba silbar, y surgió entre ambos amor a primera vista.
Sin embargo, el romance mostró dificultades para prosperar, porque Tzarahuin era pobre y vivía en una choza humilde rodeada de tierra fértil en que abundaban las anonas, las piñas y las calabazas. A pesar de la diferencia de clases, los enamorados se reunían casi a diario, de manera fugaz, cuando el mancebo llevaba al mercado la cosecha de sus siembras, y en poco tiempo una sincera pasión se apoderó de sus corazones.
Una tarde en que Xanath pasó junto al templo sagrado de los nichos, la sorprendió la mirada penetrante del dios gordo, que se caracterizaba por su vientre abultado, la frente rapada y su triple penacho; y desde entonces el señor de la felicidad se dedicó a cortejarla. La doncella logró esquivarlo en un principio, mas el astuto dios encontró la forma de revelarle sus sentimientos y, al ser rechazado, su alegría habitual se tornó en cólera y amenazó a la joven con desatar la furia de Tajín, si no accedía a sus reclamos amorosos.
La advertencia hizo temblar de miedo a Xanath, pero no traicionó a Tzarahuín.
El astuto dios gordo resolvió entonces ganarse la confianza del padre de la joven para que influyera en el ánimo de Xanath. Lo invitó a su palacio, le reveló secretos divinos y cuando manifestó interés por la linda muchacha, recibió completo apoyo para casarse con ella.
Xanath hubo de soportar un mayor acoso del testarudo dios y su padre la obligó a aceptar una nueva cita, que resultaría fatal, pues luego de haber dado otra negativa al señor de la felicidad, éste, irritado, lanzó un conjuro sobre la doncella y la transformó en una planta débil de flores blancas y exquisito aroma: la vainilla.
Y si bien el dios creyó vengarse, lo cierto es que mientras de él existen sólo vagos recuerdos, en cambio, tenemos muy presente en nuestros días a la planta orquidácea cuya esencia es muy apreciada en la cocina y la pastelería de muchas partes del mundo.
El Mayab, la tierra del faisán y del venado
Leyenda Maya
Hace mucho, pero mucho tiempo, el señor Itzamná decidió crear una tierra que fuera tan hermosa que todo aquél que la conociera quisiera vivir allí, enamorado de su belleza. Entonces creó El Mayab, la tierra de los elegidos, y sembró en ella las más bellas flores que adornaran los caminos, creó enormes cenotes cuyas aguas cristalinas reflejaran la luz del sol y también profundas cavernas llenas de misterio. Después, Itzamná le entregó la nueva tierra a los mayas y escogió tres animales para que vivieran por siempre en El Mayab y quien pensara en ellos lo recordara de inmediato. Los elegidos por Itzamná fueron el faisán, el venado y la serpiente de cascabel. Los mayas vivieron felices y se encargaron de construir palacios y ciudades de piedra. Mientras, los animales que escogió Itzamná no se cansaban de recorrer El Mayab. El faisán volaba hasta los árboles más altos y su grito era tan poderoso que podían escucharle todos los habitantes de esa tierra. El venado corría ligero como el viento y la serpiente movía sus cascabeles para producir música a su paso.
Así era la vida en El Mayab, hasta que un día, los chilam, o sea los adivinos mayas, vieron en el futuro algo que les causó gran tristeza. Entonces, llamaron a todos los habitantes, para anunciar lo siguiente: —Tenemos que dar noticias que les causarán mucha pena. Pronto nos invadirán hombres venidos de muy lejos; traerán armas y pelearán contra nosotros para quitarnos nuestra tierra. Tal vez no podamos defender El Mayab y lo perderemos.
Al oír las palabras de los chilam, el faisán huyó de inmediato a la selva y se escondió entre las yerbas, pues prefirió dejar de volar para que los invasores no lo encontraran.
Cuando el venado supo que perdería su tierra, sintió una gran tristeza; entonces lloró tanto, que sus lágrimas formaron muchas aguadas. A partir de ese momento, al venado le quedaron los ojos muy húmedos, como si estuviera triste siempre.
Sin duda, quien más se enojó al saber de la conquista fue la serpiente de cascabel; ella decidió olvidar su música y luchar con los enemigos; así que creó un nuevo sonido que produce al mover la cola y que ahora usa antes de atacar.
Como dijeron los chilam, los extranjeros conquistaron El Mayab. Pero aún así, un famoso adivino maya anunció que los tres animales elegidos por Itzamná cumplirán una importante misión en su tierra. Los mayas aún recuerdan las palabras que una vez dijo:
—Mientras las ceibas estén en pie y las cavernas de El Mayab sigan abiertas, habrá esperanza. Llegará el día en que recobraremos nuestra tierra, entonces los mayas deberán reunirse y combatir. Sabrán que la fecha ha llegado cuando reciban tres señales. La primera será del faisán, quien volará sobre los árboles más altos y su sombra podrá verse en todo El Mayab. La segunda señal la traerá el venado, pues atravesará esta tierra de un solo salto. La tercera mensajera será la serpiente de cascabel, que producirá música de nuevo y ésta se oirá por todas partes. Con estas tres señales, los animales avisarán a los mayas que es tiempo de recuperar la tierra que les quitaron.
Ése fue el anuncio del adivino, pero el día aún no llega. Mientras tanto, los tres animales se preparan para estar listos. Así, el faisán alisa sus alas, el venado afila sus pezuñas y la serpiente frota sus cascabeles. Sólo esperan el momento de ser los mensajeros que reúnan a los mayas para recobrar El Mayab.
El cocay
Leyenda Maya
Quizá alguna noche en el campo hayas visto una chispa de luz que brilla y se mueve de un lado a otro; esa luz la produce el cocay, que es el nombre que le dan los mayas a la luciérnaga. Ellos saben cómo fue que este insecto creó su luz, esta es la historia que cuentan:
Había una vez un Señor muy querido por todos los habitantes de El Mayab, porque era el único que podía curar todas las enfermedades. Cuando los enfermos iban a rogarle que los aliviara, él sacaba una piedra verde de su bolsillo; después, la tomaba entre sus manos y susurraba algunas palabras. Eso era suficiente para sanar cualquier mal.
Pero una mañana, el Señor salió a pasear a la selva; allí quiso acostarse un rato y se entretuvo horas completas al escuchar el canto de los pájaros. De pronto, unas nubes negras se apoderaron del cielo y empezó a caer un gran aguacero. El Señor se levantó y corrió a refugiarse de la lluvia, pero por la prisa, no se dio cuenta que su piedra verde se le salió del bolsillo. Al llegar a su casa lo esperaba una mujer para pedirle que sanara a su hijo, entonces el Señor buscó su piedra y vio que no estaba. Muypreocupado, quiso salir a buscarla, pero creyó que se tardaría demasiado en hallarla, así que mandó reunir a varios animales.
Pronto llegaron el venado, la liebre, el zopilote y el cocay. Muy serio, el Señor les dijo:
—Necesito su ayuda; perdí mi piedra verde en la selva y sin ella no puedo curar. Ustedes conocen mejor que nadie los caminos, las cavernas y los rincones de la selva; busquen ahí mi piedra, quien la encuentre, será bien premiado.
Al oír esas últimas palabras, los animales corrieron en busca de la piedra verde. Mientras, el cocay, que era un insecto muy empeñado, volaba despacio y se preguntaba una y otra vez:
—¿Dónde estará la piedra? Tengo que encontrarla, sólo así el Señor podrá curar de nuevo.
Y aunque el cocay fue desde el inicio quien más se ocupó de la búsqueda, el venado encontró primero la piedra. Al verla tan bonita, no quiso compartirla con nadie y se la tragó.
—Aquí nadie la descubrirá —se dijo—. A partir de hoy, yo haré las curaciones y los enfermos tendrán que pagarme por ellas.
Pero en cuanto pensó esas palabras, el venado se sintió enfermo; le dio un dolor de panza tan fuerte que tuvo que devolver la piedra; luego huyó asustado.
Entre tanto, el cocay daba vueltas por toda la selva. Se metía en los huecos más pequeños, revisaba todos los rincones y las hojas de las plantas. No hablaba con nadie, sólo pensaba en qué lugar estaría la piedra verde.
Para ese entonces, los animales que iniciaron la búsqueda ya se habían cansado. El zopilote volaba demasiado alto y no alcanzaba a ver el suelo, la liebre corría muy aprisa sin ver a su alrededor y el venado no quería saber nada de la piedra; así, hubo un momento en que el único en buscar fue el cocay.
Un día, después de horas enteras de meditar sobre el paradero de la piedra, el cocay sintió un chispazo de luz en su cabeza:
—¡Ya sé dónde está! —gritó feliz, pues había visto en su mente el lugar en que estaba la piedra. Voló de inmediato hacia allí y aunque al principio no se dio cuenta, luego sintió cómo una luz salía de su cuerpo e iluminaba su camino. Muy pronto halló la piedra y más pronto se la llevó a su dueño.
—Señor, busqué en todos los rincones de la selva y por fin hoy di con tu piedra —le dijo el cocay muy contento, al tiempo que su cuerpo se encendía.
—Gracias, cocay —le contestó el Señor— veo que tú mismo has logrado una recompensa. Esa luz que sale de ti representa la nobleza de tus sentimientos y lo brillante de tu inteligencia. Desde hoy te acompañará siempre para guiar tu vida.
El cocay se despidió muy contento y fue a platicarle a los animales lo que había pasado.
Todos lo felicitaron por su nuevo don, menos la liebre, que sintió envidia de la luz del cocay y quiso robársela.
—Esa chispa me quedaría mejor a mí; ¿qué tal se me vería en un collar? —pensó la liebre.
Así, para lograr su deseo, esperó a que el cocay se despidiera y comenzó a seguirlo por el monte.
—¡Cocay! Ven, enséñame tu luz —le gritó al insecto cuando estuvo seguro de que nadie los veía.
—Claro que sí —dijo el cocay y detuvo su vuelo. Entonces, la liebre aprovechó y ¡zas! le saltó encima. El cocay quedó aplastado bajo su panza y ya casi no podía respirar cuando la liebre empezó a saltar de un lado a otro, porque creía que el cocay se le había escapado.
El cocay empezó a volar despacio para esconderse de la liebre. Ahora, fue él quien la persiguió un rato y en cuanto la vio distraída, quiso desquitarse. Entonces, voló arriba de ella y se puso encima de su frente, al mismo tiempo que se iluminaba. La liebre se llevó un susto terrible, pues creyó que le había caído un rayo en la cabeza y aunque brincaba, no podía apagar el fuego, pues el cocay seguía volando sobre ella.
En eso, llegó hasta un cenote y en su desesperación, creyó que lo mejor era echarse al agua, sólo así evitaría que se le quemara la cabeza. Pero en cuanto saltó, el cocay voló lejos y desde lo alto se rió mucho de la liebre, que trataba de salir del cenote toda empapada.
Desde entonces, hasta los animales más grandes respetan al cocay, no vaya a ser que un día los engañe con su luz.
Guanina y Sotomayor
Leyenda Taina
Guanina era una india taina, hermana de Agüeybaná el Bravo, jefe de la tribu y de un grupo de bravos guerreros, el cacique supremo de toda la isla de Puerto Rico. Guanina significa en el lenguaje taíno: "Resplandeciente como el oro".
Los conquistadores españoles se habían apoderado de la isla de Borinquén, que así se llamaba entonces la isla de Puerto Rico.
En aquel tiempo, un indio llamado Guarionex vivía enamorado de Guanina. Guanina era la hermana del cacique supremo, o sea el jefe de todas las tribus de la isla.
Cada vez que Guarionex veía a Guanina, el corazón le latía de tal manera que parecía que se le quería salir del pecho. Cada vez que él la veía le declaraba su amor. Ella no le correspondía porque vivía enamorada de un conquistador español llamado Don Cristóbal de Sotomayor, alcalde mayor y fundador de un poblado al que había bautizado con su propio apellido.
Guarionex, lleno de odio mortal hacia Sotomayor, le gritaba: - ¡Don Cristóbal, uno de los dos debe de morir! Tú no mereces vivir porque me robaste el amor de Guanina, y yo no quiero seguir viviendo si me falta su amor.
Los indios ya no podían soportar más el trato cruel de los españoles. Los indios taínos los habían recibido con amistad y habían celebrado la ceremonia del guatiao ( pacto de fraternidad que sellaban con el intercambio de nombres). Por eso al cacique Agüeybaná también se le llamaba Don Cristobal.
Los españoles, haciendo caso omiso al pacto, se repartieron a los indios como siervos. Los explotaban especialmente en los yacimientos de oro. Así explotados, los indios anhelaban volver a ser libres. Una noche, celebraron un areito (reuniones para celebrar sus fiestas, recordar tradiciones, y tomar decisiones, sobre todo cuando era necesario resolver sobre una guerra). Esa noche Agüeybaná y los taínos decidieron que los españoles tenían que morir para ellos poder ser libres otra vez.
Guarionex quiso el poblado de su enemigo mayor, que era Don Cristóbal de Sotomayor. Güarionex no pudo matar a Don Cristobal de Sotomayor porque en ese momento Sotomayor estaba llegando al bohío de Agüeybaná donde Guanina le advirtió que se salvara pues los indios se habían levantado en su contra.
Sotomayor se fue con sus soldados a La Villa de Caparra para ver al Gobernador. Agüeybaná le prestó a Sotomayor a unos Naborías para que lo ayudaran con la carga. Pero en secreto les dijo que cuando empezara el ataque, huyeran con las vitualles. Guanina no quiso dejar a Sotomayor huir solo y se fue con él.
Los indios tainos los persiguieron y el ataque empezó. Sotomayor peleaba ferozmente con su espada mientras los golpes de las macanas de los indios le iban abriendo profundas heridas. En el momento de mayor peligro, Guanina se interpuso entre Sotomayor y los indios y recibió en su cuerpo la herida mortal que iba dirigida a su amado. En ese momento de distracción de Sotomayor, Agüeybaná aprovechó para traspasarlo con su flecha. Cayó Sotomayor en los brazos de su amada Guanina.
Agüeybaná mandó a que los enterraran juntos, pero que a Sotomayor le dejaron los pies fuera de la tumba para que no pudiera encontrar el camino a la tierra de los muertos.
Poco después los españoles rescataron los cuerpos y los enterraron, uno al lado del otro, al pie de un risco empinado y a la sombra de una enorme ceiba.
Desde entonces, los jíbaros dicen que cuando el viento agita de noche las ramas del árbol frondoso, se oye un murmullo, que no es el rumor de las hojas, y se ven dos luces muy blancas, que no son luces de luciérnagas o cucubano, sino los espíritus de Guanina y Sotomayor que flotan, danzan y se funden, cantando la dicha de estar unidos siempre.
LAS PUERTAS DEL CEMENTERIO
"Soy una chica de Cartagena, me llamo Desireé y voy contar esta historia que me paso a mi y a mis amigas una noche de Carnaval.
Antes de ir con la historia quisiera decir que soy una chica a la que le encantan todo lo que tenga que ver con el miedo,los espiritus,las cosas paranormales.A mi ya me ha ocurrido varias cosas, la gente me dice que es un don que tengo porque puedo ver los espiritus y sentir buenas o malas vibraciones.
El caso es que estábamos yo, mi amiga Laura, Vanessa, Yolanda y Patricia. Era Carnaval y en el pueblo donde veraneo hay mucha marcha, además la gente se queda a vivir todo el año.
Pues bien,ya teniamos planeado que esa noche queriamos hacer algo interesante, y pensamos en hacer la tabla de ouija. Al principio todas ibamos muy decididas pero conforme llegaba la hora más temiamos ese momento. El caso es que a las 21:00 horas salimos del pueblo con las bicis y nos fuimos a un cementerio muy, muy lejano del pueblo que está justo detras de una montaña escalofriante. Cuando llegamos aún no era la hora así que comenzamos a explorar el cementerio.
Cogimos las linternas y exploramos las tumbas. En aquel cementerio las tumbas tienen el nombre, la edad y la razon de porque se ha muerto cada persona. Estuvimos leyendo algunas y habian muchas interesantes como casos de asesinatos, suicidios...
El caso es que yo tropece con algo que estaba en el suelo. Empecé a cavar y pude ver que era una tumba enterrada
y comencé a leer enfocando con la linterna. Aquella tumba era la de un hombre que se llamaba Lucifarto, que tenia 35 años
y en la tumba ponia que la causa de la muerte es que era que se suicidó por que los espíritus se lo mandaron. Lo más sorprendente es que abajo del texto estaba el numero 666. Estaba todo oscuro, estabámos muy asustadas pero aún así quisimos seguir con el reto. Nos pusimos al lado de aquella tumba sacamos la tabla...
Invocamos a Lucifarto y nos dijo que nos fueramos y que lo dejaramos en paz. Nosotras no le hicimos caso y seguimos insistiendo, entonces fue cuando nos amenazó de muerte, rompió el vaso, la tabla salio volando... Nosotras bastante asustadas cogimos las bicicletas y nos fuimos, pero vimos que la puerta estaba ¡¡cerrada!!
¿Quién la podria haber cerrado si en ese cementerio los sábados
no hay guardia? El caso es que estabamos aterradas y atrapadas, entonces decidimos saltar. Pero tambien se nos presentaron más obstáculos, pues a mi amiga Yolanda no la dejaba salir. Estábamos ya todas fuera menos ella. No podia salir así que nos fuimos todas a buscar a mi madre y a gente que nos ayudara y a la pobre Yolanda la dejamos sola. Fue un trauma para ella y para todas.
El caso es que cuando abrimos entre todos la puerta tampoco podía salir: Entrábamos y saliamos todos, pero ella no podía. Todos estábamos bastante nerviosos hasta que mi madre cogió a mi amiga en brazos y la consiguió sacar de aquella terrible pesadilla.
Esta historia salió en el periodico del pueblo, junto a nuestra foto. Desde entonces ni se nos ha ocurrido hacer la ouija ni nos hemos atrevido a acercarnos por aquel cementerio.Cada vez que recordamos esta historia nos entra auténtico terror."
Antes de ir con la historia quisiera decir que soy una chica a la que le encantan todo lo que tenga que ver con el miedo,los espiritus,las cosas paranormales.A mi ya me ha ocurrido varias cosas, la gente me dice que es un don que tengo porque puedo ver los espiritus y sentir buenas o malas vibraciones.
El caso es que estábamos yo, mi amiga Laura, Vanessa, Yolanda y Patricia. Era Carnaval y en el pueblo donde veraneo hay mucha marcha, además la gente se queda a vivir todo el año.
Pues bien,ya teniamos planeado que esa noche queriamos hacer algo interesante, y pensamos en hacer la tabla de ouija. Al principio todas ibamos muy decididas pero conforme llegaba la hora más temiamos ese momento. El caso es que a las 21:00 horas salimos del pueblo con las bicis y nos fuimos a un cementerio muy, muy lejano del pueblo que está justo detras de una montaña escalofriante. Cuando llegamos aún no era la hora así que comenzamos a explorar el cementerio.
Cogimos las linternas y exploramos las tumbas. En aquel cementerio las tumbas tienen el nombre, la edad y la razon de porque se ha muerto cada persona. Estuvimos leyendo algunas y habian muchas interesantes como casos de asesinatos, suicidios...
El caso es que yo tropece con algo que estaba en el suelo. Empecé a cavar y pude ver que era una tumba enterrada
y comencé a leer enfocando con la linterna. Aquella tumba era la de un hombre que se llamaba Lucifarto, que tenia 35 años
y en la tumba ponia que la causa de la muerte es que era que se suicidó por que los espíritus se lo mandaron. Lo más sorprendente es que abajo del texto estaba el numero 666. Estaba todo oscuro, estabámos muy asustadas pero aún así quisimos seguir con el reto. Nos pusimos al lado de aquella tumba sacamos la tabla...
Invocamos a Lucifarto y nos dijo que nos fueramos y que lo dejaramos en paz. Nosotras no le hicimos caso y seguimos insistiendo, entonces fue cuando nos amenazó de muerte, rompió el vaso, la tabla salio volando... Nosotras bastante asustadas cogimos las bicicletas y nos fuimos, pero vimos que la puerta estaba ¡¡cerrada!!
¿Quién la podria haber cerrado si en ese cementerio los sábados
no hay guardia? El caso es que estabamos aterradas y atrapadas, entonces decidimos saltar. Pero tambien se nos presentaron más obstáculos, pues a mi amiga Yolanda no la dejaba salir. Estábamos ya todas fuera menos ella. No podia salir así que nos fuimos todas a buscar a mi madre y a gente que nos ayudara y a la pobre Yolanda la dejamos sola. Fue un trauma para ella y para todas.
El caso es que cuando abrimos entre todos la puerta tampoco podía salir: Entrábamos y saliamos todos, pero ella no podía. Todos estábamos bastante nerviosos hasta que mi madre cogió a mi amiga en brazos y la consiguió sacar de aquella terrible pesadilla.
Esta historia salió en el periodico del pueblo, junto a nuestra foto. Desde entonces ni se nos ha ocurrido hacer la ouija ni nos hemos atrevido a acercarnos por aquel cementerio.Cada vez que recordamos esta historia nos entra auténtico terror."
La leyenda del Sol y la Luna
Antes de que hubiera día en el mundo, se reunieron los dioses en Teotihuacan.
-¿Quién alumbrará al mundo?- preguntaron.
Un dios arrogante que se llamaba Tecuciztécatl, dijo:
-Yo me encargaré de alumbrar al mundo.
Después los dioses preguntaron:
-¿Y quién más? -Se miraron unos a otros, y ninguno se atrevía a ofrecerse para aquel oficio.
-Sé tú el otro que alumbre -le dijeron a Nanahuatzin, que era un dios feo, humilde y callado. y él obedeció de buena voluntad.
Luego los dos comenzaron a hacer penitencia para llegar puros al sacrificio. Después de cuatro días, los dioses se reunieron alrededor del fuego.
Iban a presenciar el sacrificio de Tecuciztécatl y Nanahuatzin. entonces dijeron:
-¡Ea pues, Tecuciztécatl! ¡Entra tú en el fuego! y Él hizo el intento de echarse, pero le dio miedo y no se atrevió.
Cuatro veces probó, pero no pudo arrojarse
Luego los dioses dijeron:
-¡Ea pues Nanahuatzin! ¡Ahora prueba tú! -Y este dios, cerrando los ojos, se arrojó al fuego.
Cuando Tecuciztécatl vio que Nanahuatzin se había echado al fuego, se avergonzó de su cobardía y también se aventó.
Después los dioses miraron hacia el Este y dijeron:
-Por ahí aparecerá Nanahuatzin Hecho Sol-. Y fue cierto.
Nadie lo podía mirar porque lastimaba los ojos.
Resplandecía y derramaba rayos por dondequiera. Después apareció Tecuciztécatl hecho Luna.
En el mismo orden en que entraron en el fuego, los dioses aparecieron por el cielo hechos Sol y Luna.
Desde entonces hay día y noche en el mundo.
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